¿EL FIN DEL PERIODISMO LIBRE?

Hoy se celebra el Día Mundial de la Libertad de Prensa, con cifras escalofriantes de recortes y cierres de medios. Este año ya no se habla sólo de periodistas muertos o encarcelados. O de países que intentan amordazar a los medios más hostiles. Este año se habla del fin de muchos periódicos, radios y televisiones; de despidos masivos; de la falta de financiación para cubrir conflictos o problemas que necesitan ser denunciados. Se habla, incluso, del fin del periodismo como lo hemos conocido hasta ahora. ¿Está el sistema ganando la batalla?

 

Imagen de la portada de libro sobre Julian Assange que acaba de salir en España.

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¿EL FIN DEL PERIODISMO LIBRE?
Por Cristina Martínez Sacristán para GEA PHOTOWORDS

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“Sin periodistas no hay periodismo; sin periodismo no hay democracia”. Esta frase, enarbolada por federaciones gremiales como la FAPE, (Federación de Asociaciones de Periodistas de España) responde a los “despidos, empeoramiento de las condiciones laborales, las ofertas de trabajo esclavistas y los cierres de medios en los últimos años que causan un grave deterioro de la calidad informativa”, tal y como denuncia el colectivo en su comunicado para recordar que hoy es el Día Mundial de la Libertad de Prensa.

Contratos basura, reporteros sin experiencia ocupando puestos de veteranos que escribían a ciegas, con buenos contactos y con pasión. Personal en las redacciones sustituido por tecnología. Hace unos días, el V Festival de las Letras Gutun Zuria, de Bilbao, atendió estas cuestiones bajo el título Secretos y mentiras. El laureado periodista Iñaki Gabilondo y el Premio Pulitzer y recientemente director de The New York Times, Bill Keller, confirmaron a esta
redactora que la situación económica regresiva hace peligrar la calidad y veracidad de los resultados. No son tiempos líricos para la prensa.

Ser un buen periodista, ese profesional que persigue la noticia y trata de divulgarla ecuánimemente, es como una carrera de obstaculos. En las últimas décadas, parecía que sólo los reporteros en destinos con conflictos armados corrían gran peligro. Pero, en estos días, el periodista no desplazado se enfrenta: a injerencias de instituciones, empresas o particulares; a llegar a la redacción y que un redactor jefe o miembro de la Dirección del medio manipule la orientación o losdatos de su información, o que la vete; a que ese mes cobre tarde, o menos, o que vea cómo van despidiendo a colegas, con lo cual se asuste y trabaje de un modo más dúctil… en definitiva, el ejercicio del auténtico Periodismo es cada día más heróico.

En esta coyuntura, la FAPE ha instado al Gobierno español a que tome conciencia de que el hundimiento de la prensa afecta directamente a los cimientos de la democracia, considerando urgente un plan de ayudas que mantengan los puestos de trabajo. La crisis del papel convive con la desaparición de medios (unos 5.000 empleos en dos años en el Estado), con un apabullante desfile de cierres de periódicos en el último ejercicio. No hay publicidad suficiente y la dentellada de la crisis no parece permitir una vuelta atrás. Pero, bueno, salvar la vida tampoco está mal.

 

Matar al mensajero

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El canadiense de origen neoyorquino Terry Gould lo plasmó en “Matar a un periodista. El peligroso oficio de informar”, Premio Tara al Mejor Libro en Defensa de la Libertad de Expresión, y que en 2010 llegó a España de la mano de Los libros del lince. Gould lleva años escribiendo libros de denuncia y hubo un tiempo en que él y su familia se vieron obligados a llevar escolta. Aun así, ha buscado sus fórmulas para seguir mostrando la realidad esquivando el peligro mortal: “En cada país trabajé con alguien de fiar de una ONG, un traductor honesto y un intermediario que hablaba con los poderosos corruptos. Y siempre les hacía llegar un mensaje: que si a mí me pasaba algo, se iba a armar un gran jaleo, que aquello se iba a llenar de periodistas de todo el mundo”.

No tuvieron tanta suerte Anna Politkóvskaya, Valery Ivanov y Aleksei Sidorov en Rusia; Guillermo Bravo en Colombia, Marlene García-Esperat en Filipinas, Manik Saha en Bangladesh y Khalid Hassan en Irak. Gould interpretaba que “eran muy diferentes entre sí, pero les unía la conciencia de que los políticos o mafiosos, guerrilleros, terroristas, estaban dispuestos a hacer cualquier cosa por obtener un beneficio a base de seguir explotando a
sus conciudadanos. Y los periodistas que acabaron siendo asesinados creían lo contrario, que había que jugarse incluso la vida por impedir que los poderosos siguieran causando la desdicha”. Los reporteros mencionados “querían ganar la guerra al miedo” e “inspirar a sus vecinos a enfrentarse a los corruptos”, me explicaba Gould.

Precisamente la FAPE hizo públicas sus convocatorias para hoy tras conocerse el asesinato de la mexicana Regina Martínez y el secuestro del francés Romeo Langlois por las FARC. Si repasamos la hemeroteca o nos remitimos a los datos que recoge Amnistía Internacional, por ejemplo, verificamos que se trata de un goteo incesante de represalias contra los informadores, sin demasiada diferencia de la suerte que sufrieron los padres del  fotoperiodismo Robert Capa, Gerda Taro y David Seymour, quienes perdieron sus vidas por mostrar al mundo la devastación de los fascismos. En nuestra memoria están José Couso (Irak) y Juantxu Rodríguez (Panamá), entre otros muchos. Sólo en la guerra de Irak murieron 230 reporteros.

Amnistía informa estos días de “periodistas trabajando en medios tradicionales que afrontan acosos, ataques, encarcelamientos injustos e incluso la muerte por hacer su trabajo”. AI resalta, en Latinoamérica, un México peligroso para estos profesionales, con especial riesgo en el Norte. Y cita a Regina Martínez, quien, tras décadas informando sobre corrupción y drogas, fue hallada muerta en su casa de Veracruz. AI habla también de Dina Meza, reportera y activista hondureña que ha sido acosada sexualmente este año.

En África el ejercicio de este oficio es altamente arriesgado, especialmente en Sudán, cuyas instituciones son muy creativas a la hora de tratar a los periodistas independientes, y multando a los que son críticos con ellos. En el caso de Fatima Ghazali, al no pagar la multa fue detenida. Al igual que en Gambia y en Somalia, en Sudán muchos periodistas llevan años exiliándose para no ser asesinados.

Y qué decir de Irán, donde el régimen de Ahmadineyad se represalia contra toda disidencia: artistas, cineastas, escritores, periodistas… Muchos están en la cárcel, sobre todo los de la comunidad baha´i. Las torturas a los periodistas se extienden a Irak, Jordania, Arabia Saudí, los Emiratos Árabes y el Sahara y la Palestina ocupados. En Pakistán murieron 15 en 2011.

 

 ¿Es real la libertad de expresión?

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“Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”. Naciones Unidas destaca este derecho, y añade que “la existencia de medios de comunicación libres, pluralistas e independientes es esencial para poder ejercerlo”. Pero ¿los periodistas podemos contar la verdad? “Creo que podemos intentarlo”, asevera Bill Keller. “Es una aspiración, no un absoluto, pero es algo  importante por lo que luchar”, valora.

Su colega Iñaki Gabilondo resalta la disociación de información y opinión en The New York Times. Según Keller, el papel de un periodista “se podría comparar con el de un juez en un tribunal. A veces las opiniones pueden hacer mucho daño”. En “Secretos y mentiras”, él y Gabilondo recordaron cómo informaron sobre la búsqueda de armas de destrucción masiva en Irak sin cuestionarse la veracidad de este mensaje del gobierno de George W. Bush. Además de la información que lanzó el ejecutivo de Aznar sobre la autoría de ETA en el 11-M.

El escritor Bernardo Atxaga y la periodista Àngels Barceló señalaron cómo se lanzan bulos tales como la pandemia de la gripe A, y que la población las asume. ¿Quién dice la verdad? Según Atxaga, “quien no tiene miedo, como los niños o los borrachos”. Pero la verdad es muy temida, “por el miedo al caos”, interpreta.

Para Bill Keller, “la auténtica libertad de expresión es un ideal. Algunas sociedades se acercan mucho, otras ni siquiera lo intentan y la mayoría están en medio”. En muchos países, reseña, los “hate speeches” (opiniones difamatorias) están prohibidos, mientras en Alemania lo está negar el holocausto, por ejemplo. En Estados Unidos protegen “las opiniones enfrentadas”, pero “no es un absoluto”, insiste. Por cierto, ¿por qué no se puede hablar de suicidios en muchos medios, mientras muestran imágenes de personas desangradas, hablan de parricidios, narran un ataque aéreo?

 

El blog salvavidas

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Las nuevas tecnologías de internet están revolucionando el mundo de la comunicación. El 15-M y la primavera árabe no se habrían desatado sin el poder de las redes sociales. Y qué decir de ese “hacker” que quería destapar informaciones clasificadas, Julian Assange. Wikileaks fue portada de los
periódicos estadounidenses, hasta que Assange fue criticado. Keller responde a las quejas de Assange: “Yo siempre defenderé lo que hizo, pero le criticamos por publicar algunos documentos de personas de organizaciones de Derechos Humanos”.

Con todo, Assange o el 15-M muestran cómo internet sería algo así como el 5º poder. También bloggers como Lina Ben Mhenni, que informan de la realidad en lugares como Túnez. En la represiva China están muy preocupados por esta nueva vía informativa, y AI habla de asesinatos de bloggers en 2011 en varios países. Ante la crisis del papel, Keller confía en el futuro de nuevas herramientas como los blogs o Twitter. Toda una fórmula para que los reporteros den a conocer sus trabajos en destinos remotos. Porque, cree, “el periodismo no desaparecerá”.

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Cristina Martínez Sacristán, nació en Bilbao y es periodista. Vinculada desde los 90 al periódico Deia, ha trabajado en radio, en una productora audiovisual y para editoriales, en inglés y en castellano. Actualmente colabora con revistas especializadas y con radios. Estuvo con los primeros ‘indignados’ en Wall Street y recientemente ha realizado una investigación sobre La Maleta Mexicana.
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