DERRAMES IMPUNES

Han pasado 23 años desde el accidente del Exxon Valdez, aquel petrolero que vertió su carga frente a las costas de Alaska provocando una de las catástrofes ecológicas más grandes del mundo. El nombre de este barco se asocia a una especie de `Chernobyl´ marítimo que debería haber marcado un antes y un después en la gestión de las crisis medioambientales producidas por los derrames de crudo al mar. Pero, lamentablemente, en estas dos décadas los desastres han continuado: el Prestige, la BP en el Golfo de México, los vertidos de la Guerra del Golfo. Cada cual peor. Entonces, ¿qué hemos aprendido?

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Exxon Valdez

Ilustración  ©   GEA PHOTOWORDS

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Por Sergi Ribas Díaz para GEA PHOTOWORDS

 

La noche del 23 de marzo de 1989, a las 21:12 p.m., el buque Exxon Valdez salía de la terminal petrolera Valdez, en Alaska, destino a Long Beach, California, con un cargamento de 200.962.720 litros de petróleo crudo North Slope. Aunque La cadena de eventos que llevaron al choque permanecen sin aclarar hasta nuestros días (el capitán fue visto tomando bebidas alcohólicas por varios testigos antes de iniciar el viaje) se cree que una falta de coordinación y responsabilidad de la tripulación dejó al buque en piloto automático y éste golpeó el arrecife de coral Risco Bligh a las 00:04 del día 24 fracturando 11 de sus tanques de carga y derramando 40.878.000 de litros de crudo. Así se causaba uno de los más grandes y catastróficos accidentes ecológicos del mundo.

No hubo que lamentar pérdidas humanas, pero la afectación del entorno, de la vida animal y del medioambiente fueron enormes. Miles de especies animales y vegetales murieron por intoxicación o problemas relacionados con el derrame, kilómetros de playas resultaron impregnados por el crudo y los daños a la industria pesquera fueron incalculables. Quedaron en peligro diez millones de pájaros y aves acuáticas migratorias, centenares de nutrias y docenas de otras especies como leones de mar o diversas variedades de ballenas.

Además la localización en la que se produjo el accidente y el tamaño del vertido hizo que la limpieza del derrame fuera muy complicada ya que ocurrió en aguas remotas donde sólo se podía acceder en helicóptero y barco, hogar de una fauna abundante y espectacular donde causó un daño terrible. La limpieza costó más o menos 2,1 billones de dólares y algunas áreas a lo largo de la costa más cercana al derrame todavía hoy en día están contaminadas con petróleo debajo de la superficie.

Una vez alertado el incidente las respuestas de todas las partes implicadas fueron muy lentas; los primeros que llegaron al lugar del accidente lo hicieron 14 horas después de que este se produjera y no fue hasta 60 horas después que se terminó con las maniobras de acordonamiento. Esto implicó que gran parte del petróleo derramado se hubiese dispersado por una amplia zona. La Guardia Costera se declaró incompetente por no contar con los recursos necesarios para atender la catástrofe, limitándose a dar cuenta de los hechos. Ellos consideraron, 72 horas después del accidente, que el derrame estaba fuera de control.

De esta manera se deslindaban de las responsabilidades que pudiera implicar cualquier intento fallido de limpieza. El Departamento de Conservación Ambiental de Alaska (ADEC) se limitó a observar y rehusó intervenir directa o indirectamente en las labores de control del derrame, igual que la Guardia Costera. Por último, la compañía petrolera propietaria del buque, Exxon, también tardó mucho en reaccionar y su presidente, Lawrece Rawl, nunca hizo acto de presencia en el lugar del accidente. Una de las causas de las que se habló en el juicio fue que dicho presidente de Exxon había emprendido una fuerte reestructura de personal en la compañía, con lo que el buque sólo estaba tripulado por 20 personas al momento del accidente, personal insuficiente para este tipo de buques, lo que provocaba cansancio porque las jornadas de trabajo eran de 18 horas.

 

NADA HA CAMBIADO

 

Lo lamentable es que no hablamos de un caso aislado sino que podemos encontrar desastres similares, cosa que nos da a pensar que no estos casos no sirven para cambiar el modus operandi ni para tomar ciertas medidas que eliminen todo posible riesgo de desastre. El último gran desastre petrolero fue en el Golfo de México, el 20 de abril de 2010, tras la explosión y posterior hundimiento de la plataforma Deepwater Horizon, de la British Petroleum (BP), donde murieron 4 personas y se derramaron cuatro millones de barriles de crudo, convirtiéndose así en el peor desastre ambiental de la historia de Estados Unidos y superando con creces las cifras del Exxon Valdez.

Evidentemente el impacto ambiental de tal accidente fue y sigue siendo catastrófico. Se tardó 85 días en detener el derrame de petróleo al mar en forma permanente. Otro caso sorprendente, sobretodo por como se reaccionó, fue el del “Prestige”. El 13 de noviembre de 2002 el barco se encontraba transitando con 77.000 toneladas de petróleo de Letonia a Gibraltar. Éste viejo petrolero que lucía la bandera de Bahamas se vio inmerso en un temporal que azotaba la costa gallega y al que no puedo sobrevivir. El 19 de noviembre a las 8 de la mañana, tras intentar alejarlo de la costa, se partió en dos, hundiéndose a una profundidad de 3.850 m. El petrolero, que estaba en ese momento a unos 250 km de la costa española, provocó las primeras manchas negras en la costa. Todo lo que sucedió después fue desastroso.

El Prestige derramó 63.000 toneladas de petróleo, superando también al Exxon Valdez, ante la impotencia de un país entero que veía como su Gobierno no sabía reaccionar de otra manera que indemnizando con ingentes cantidades de dinero a los marineros y pescadores que tuvieron que dejar de trabajar la zona por culpa del derrame. Millares de voluntarios se unieron bajo el lema “Nunca Mais” para limpiar la costa gallega y el Gobierno solo seguía excusándose por su falta de reacción ante el incidente, lo que provocó que antes de que se tomara una decisión el buque siguiera vertiendo petróleo.

Diez años después podemos ver como algunos de los políticos afectados por el desastre siguen en primera fila de la política nacional. Mariano Rajoy era entonces ministro del Interior y Jaume Matas, recientemente condenado a seis años de prisión por un asunto de corrupción en Baleares, ministro de Medio Ambiente. La conclusión que podemos sacar de esto puede ser demasiado obvia, pero no quita que no sea cierta, y es que mayor desastre ecológico del país no tuvo ninguna consecuencia para ellos. El ‘Prestige’ sigue vivo años después del accidente. Aún quedan restos de fuel en los fondos marinos más inaccesibles y faltan por tratar 60.000 toneladas de residuos.

Lamentablemente podríamos poner muchos más ejemplos de derrames de petróleo en el mar parecidos al del Exxon Valdez. Hemos visto como el Ixtoc I derramaba 467.000 toneladas de fuel también en el Golfo de México en 1979, el Fergana Valley en el año 1992 en Uzbekistán derramando 285.000 toneladas o el conocido caso del Erika en la costa francesa el 12 de diciembre de 1999.

Podríamos seguir con esta lista negra pero quiero destacar el mayor desastre petrolero que ha habido en la Historia, y este fue durante la Guerra del Golfo Pérsico. Fue el 21 de enero de 1991, durante el conflicto bélico entre la fuerza de coalición de la ONU liderada por EUA y el Irak de Sadam Husein. Cuando las fuerzas iraquíes se estaban retirando de Kuwait sabotearon cientos de pozos, terminales de crudo y buques petroleros provocando así el vertido de al menos cuatro millones de barriles, lo que significaba unas 1.770.000 toneladas de petróleo abocado al Golfo Pérsico; la cantidad más grande jamás derramada. Sorprendentemente, los científicos que siguieron el caso afirmaron que considerando el tamaño del vertido los efectos ambientales habían sido considerablemente pequeños.

Este no fue un accidente como sí lo fueron el Exxon Valdez, el Prestige, el Erika u otros que hemos nombrado, pero nos da imagen de lo que somos capaces de hacer y del peligro que tiene el petróleo para el planeta y sus habitantes. Aun así, parece que no le damos la importancia suficiente, de otra forma sería imposible que el buque Exxon Valdez fuera reparado, le cambiaran el nombre, lo traspasaran a una compañía subsidiaria y hasta 2008 siguiera transportando petróleo por Europa, Oriente Medio y Asia para una compañía hongkonesa.

Como si nunca nada hubiera pasado en Alaska.

 

Sergi Ribas es licenciado en Sociología por la Universidad de Barcelona. Especializado en Medio Ambiente  y Sociedad, ha trabajado para  el Consell Assessor per al Desenvolupament Sostenible de la Generalitat de Catalunya y posteriormente ha tenido la oportunidad de viajar por el Cono Sur americano colaborando con diferentes ONG como la Fundación ambiental boliviana Gaia Pacha y la entidad chilena ¡Activo! Actualmente escribe en Ecodiari.cat

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