EL PARAÍSO DE LOS CORAZONES OLVIDADOS

`El Paraíso de los Corazones Olvidados´, del fotógrafo cántabro Antonio Aragón, es el título del trabajo que ha obtenido el I Premio de Fotografía Documental GEA PHOTOWORDS y en el que se documenta el proyecto sanitario que la ong OASIS desarrolla desde hace una década en Togo. El proyecto fue también uno de los cinco ganadores de REVELA, Premio Internacional de Fotografía a los Titulares de los Derechos Sociales, cuya convocatoria busca dotar económicamente proyectos de intervención social seleccionados a partir de reportajes fotográficos. Con él empezamos la serie en la que semanalmente presentaremos los principales trabajos finalistas. Una vuelta al mundo en clave de solidaridad a través del objetivo de una cámara. 

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De la serie `El Paraíso de los Corazones Olvidados´.

FOTO ©  Antonio Aragón

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Por Juan Carlos de la Cal, miembro de GEA PHOTOWORDS
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A Antonio Aragón le gusta hablar de luz. Recibió la noticia del premio en Nicaragua, donde trabaja a menudo en la formación y la cooperación. «La verdad es que me sorprendió mucho la iniciativa», asegura. «A veces uno se sorprende, después de todo, para bien. Siempre he creído en el sentido (y el objetivo… de otra forma sería muy complicado levantarse por las mañanas) de nuestro trabajo como fotógrafos, a modo personal. Es bueno darse cuenta que también el gran público y ciertas organizaciones u organismos lo tienen claro a la hora de dirigir sus esfuerzos, de otorgar premios y por qué no decirlo, de reconocer el trabajo de mucha buena gente que hay repartida por este maravilloso planeta. Si de cuando en cuando dejáramos de mirarnos tanto el ombligo, igual nos dábamos cuenta de un par de cosas. Cosas simples. Cosas pequeñas y sin aparente trascendencia… o puede que no tanto… ¡quién sabe!».

Aragón reconoce que el dinero del premio le va a venir muy bien a OASIS, la ong que dirige:  «Este año estábamos muy cortos de dinero para la próxima expedición de la ONG del mes de septiembre. Cada vez cuesta más conseguir fondos. Así que éste premio ha sido la tabla de salvación con la que poder terminar (o casi) de financiar el nuevo proyecto. Regresamos, una vez más (y ya van diez años consecutivos), a seguir con las cirugías traumatológicas y plástico-reconstructivas en Bombuaka (Togo), nuestro “nuevo” hogar en medio de la sabana. A intentar aportar nuestro pequeño granito de arena en forma de atención médico-sanitaria en una zona que está totalmente expuesta, desprotegida y olvidada. A compartir el conocimiento de los grandes profesionales médicos de OASIS (los verdaderos protagonistas) con el que hacer un poco más fácil la vida de nuestros hermanos que sufren más sur. A pasar consulta a cientos de pacientes que jamás han tenido la oportunidad de ser valorados por un médico cualificado que les tiende una mano. A pasar doce horas al día, sin parar, operando patologías que te cagas en medio de la nada. A compartir el sufrimiento ajeno, disfrutar de la nueva familia, de la luz y de las sombras… y a disfrutar de las sonrisas furtivas de “nuestros” niños en medio del oasis que es el Centro Don Orione de Bombuaka para pequeños con discapacidad física y psíquica».

Como a la mayoría de los artistas, preguntarle a cuál de todas las fotos presentadas es su preferida es como intentar que una madre reconozca a qué hijo quiere más. «Cada historia es un capítulo más (uno importante eso sí) del cuaderno de bitácora personal. Cada foto es un cúmulo de sensaciones, de experiencias y recuerdos así que cada una de ellas fue importante en su momento de la toma y lo seguirá siendo en la retina de los recuerdos. Me conmueven más las historias que las fotos. Al final la foto es una mera representación de una historia, de un hondo recuerdo. Algunos de ellos son demasiado intensos como para poderlos olvidar. Eso es lo bueno de poder hacer lo que hago, de vivir como vivo y de disfrutar la luz que veo. Hay rostros que no puedo dejar de recordar…».

Cuando nos interesamos en el proyecto en el que anda metido ahora, en un momento difícil como éste para la profesión, Aragón reconoce que llegar a fin de mes haciendo este tipo de fotografías es muy difícil. «Así que sólo nos queda la opción de los concursos, los talleres y la “prostitución” del día a día para conseguir recursos con los que comenzar un nuevo proyecto personal. Viajar es caro y comer dos veces al día (tres ya es lujo) harto complicado. En breve regreso a África y antes me daré una vuelta por Colombia. Me encantaría poder hacer más cosas y que me propusieran más proyectos pero la desventaja de ser un proletario de la foto es que el buscarte la vida a diario te quita posibilidades y sobretodo tiempo. Además, mi problema es que los proyectos (en mi mente) abundan. Lo complicado es conseguir poderlos financiar: viajes, historias, exposiciones, reportajes, libros… Me gustaría que nos propusieran más cosas, hay miles de historias interesantes que narrar, no estaría mal que contaran con uno para hacerlo… Además, como poco (risas).

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De la serie `El Paraíso de los Corazones Olvidados´.

FOTO ©  Antonio Aragón

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EL AUTOR

Antonio Aragón Renuncio  es el fundador y presidente de la Asociación de Fotógrafos Nostromo de Santander. Fue profesor (durante más de diez años) de fotografía de la Universidad Americana (UAM), de la Universidad Centroamericana (UCA) en Managua (Nicaragua), de la Universidad URACAN en Blueflieds (Nicaragua), del Aula de Fotografía de la Universidad de Cantabria (España), del Gobierno de Cantabria y del Ayuntamiento de Santander (España). Trabaja como Free-lance para importantes Agencias Internacionales de Prensa (Associated Press, Agencia EFE, Prensa Latina…) en Centroamérica. Desde 2003 es Presidente de la ONGD OASIS (www.ongoasis.org), con la que desarrollan proyectos médicos en algunas de las zonas más deprimidas del Golfo de Guinea en África. Ha expuesto de forma individual y colectiva -más de ochenta exposiciones en total- en importantes salas y Museos de todo el mundo. En 2010 obtuvo el Premio Latinoamericano de Fotografía Documental.

Visita su página web.

 

LA ONG

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OASIS, una asociación sin ánimo de lucro, fue fundada en Santander hace nueve años, fruto de la ilusión y trabajo de un grupo de personas encabezadas por el propio Aragón. Su objetivo es realizar actividades relacionadas con la cooperación internacional al desarrollo y fomento de la solidaridad entre los pueblos. Está especialmente dirigida a la infancia. Su área de acción es la Región de les Savannes en Togo, zona deficitaria de asistencia sanitaria, con el Centro Don Orione como contraparte local.

La Asociación no dispone de personal laboral remunerado, ni gastos administrativos; todo el trabajo se realiza de manera altruista. Desde su fundación OASIS ha llevado a cabo programas de colaboración en Nicaragua y Togo. En Nicaragua ha colaborado con el Hogar Zacarias Guerra de Managua, donde el Ministerio de la Familia atiende a niños huérfanos o con problemas familiares que les impiden vivir una infancia con normalidad. En Togo con el Centro Saint Louis Orione de Bombouaka que asiste a niños con discapacidades físicas.

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De la serie `El Paraíso de los Corazones Olvidados´.

FOTO ©  Antonio Aragón

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EL PROYECTO

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Assana Kolani, Joel Alaye, Kevin Tchakala, Tami Nagimbe, Yao Fatima, Kombate Dakonyeume, Madeleine Kamfanlei….y así hasta enumerar los 195 pacientes intervenidos por OASIS en los 9 años de expediciones anuales. Cada uno con su historia, y ¡vaya historia! Antonio nos recuerda algún caso: «A Tami Nagimbe  nos lo trajeron a la consulta tres meses después de caerse de un mango cuando intentaba saborear su fruto, una caída desafortunada en el sitio más desafortunado del mundo. Un dolor brusco en la pierna por la que asomaba el hueso. Su padre pasó tres meses buscando dónde podrían atenderle. En mitad de la sabana africana no hay hospitales recién construidos con la última tecnología al servicio y atención del ciudadano. Y su madre esperando en la casa de adobe en mitad de la sabana africana. Decir domicilio sonaría a cachondeo, sin poder estar con su hijo porque tenía que atender siete bocas más».

En la región de Les Savannes sólo hay un hospital para más de medio millón de personas, con personal sanitario escasamente cualificado, nula dotación de material y de asistencia privada. La existencia del Centro Saint Louis Orione de Bombouaka, en la prefectura de Tandjoaré, perteneciente a la orden religiosa Don Orione, es lo único que hay con garantías. Un regalo. Se encarga de atender a niños con discapacidades físicas. Allí atendieron a Tami. «Nunca se nos olvidará su mirada» recuerda Antonio. «Una luz que se apagaba poco a poco, y no le quedaba mucho tiempo para apagarse del todo. Tenía un trapo sucio envolviendo su pierna quebrada hace 3 meses. Al retirarlo un olor nauseabundo, un hueso podrido, el pus fluyendo a sus anchas por toda la pierna. Sólo había una solución: amputarle la pierna».

Pero la confianza inusitada del padre hacia unos médicos venidos de otro “mundo”, los «batules» (hombres blancos en lengua moba), para tratar con una medicina totalmente distinta, fue fundamental. Tami se operó y su mejoría, una vez se pudo desprender de esa parte de su cuerpo que le consumía, fue espectacular. «Pero nos faltaba una sorpresa no esperada ni en el más recóndito de nuestros esquemas sociales de primer mundo. El padre de Tami había regresado a casa dejando al niño a cargo del Centro. Era la única oportunidad de darle un futuro a Tami».

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De la serie `El Paraíso de los Corazones Olvidados´.

FOTO ©  Antonio Aragón

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EL REPORTAJE

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Esta es la pequeña gran historia de un grupo de médicos “locos” y su travesía al país de los corazones olvidados. Un apasionante viaje (de 10 años) ayudando a los más pobres, enfermos y olvidados de algunas de las aldeas más desfavorecidas del globo. Esta es la presentación que hizo el propio Antonio Aragón del proyecto. Aquí se demuestra que su dominio de la escritura va a la par que el de las imágenes:

«Dos mil quinientos caracteres sobre África y sobre la historia de éste Oasis en medio de la nada… dos mil quinientas… imposible.

Calor, sol, enfermedad… más sol, más calor… cuerpos deambulando por la sabana en busca de alimento, de cobijo… supervivencia. Diez años, miles y miles de enfermos, trece expediciones o quince o treinta… ya perdí la cuenta. Piedras y más piedras. Lisiados y más lisiados… a lo bestia… patologías africanas que te cagas… más calor. Horas y más horas de trabajo en la quirófano. Fotos. Sufrimiento. Ajeno y propio… allá en la dura e inhóspita llanura plena de rocas. Más fotos… Tierra. Roja. Como la sangre. Espesa, dulce y roja… Y ahí estaba. Página tropecientos de un diccionario cualquiera. En la T de todo, de tonto, de todavía. Con T mayúscula y negrita, o negrota, eso sí.
Trauma. Del griego herida. Lesión duradera producida por un agente mecánico, generalmente externo. Choque emocional que produce un daño duradero en el inconsciente. Emoción o impresión negativa, fuerte y duradera.
Trauma. Ahora tengo un sinónimo nuevo, otro más que sumar al cuaderno de bitácora de las Nikon, para la recurrente acepción sensitiva…

Pies zambos, quemaduras, tibias en sable, brazos mutantes, piernas con el hueso al aire podrido y putrefacto, meninges descubiertas, tumores a punto de explotar, labios leporinos… lisiados y más lisiados. Regimientos completos. Largos días. Preciosas noches… Mosquitos, enfermos… más mosquitos. Lisiados y más lisiados. ¿Por qué se vuelve? ¿A África? ¿A Togo? Pregunta absurda. Yo lo sé, tú lo sabes, él lo sabe… Hay cosas en la vida que son, porque sin ellas no estaría tan viva la puta vida. Vida viva vivida… y bien vivida. Al límite. Como nuestra querida África. La de verdad. La que duele y raspa la traquea al tragar. La del dolor, la amistad, la solidaridad y el desconsuelo. La de Oasis… África. Seis letras, una tras otra. Diez años. Uno tras otro. Otro tras de uno. Tic-tac, tic-tac. El tiempo pasa. La vida pasa. Pasa por uno o uno pasa por encima de ella… desde dentro… desde lo más profundo… como ése África que una vez nos sedujo y del que ya no podemos -ni queremos- renegar… y mucho menos olvidar.

Como alguien mucho más sabio que yo, y que colocaba los adjetivos en su justo lugar, dijo: “La luz irrumpe donde ningún sol brilla, donde no se alza mar alguno, las aguas del corazón impulsan sus mareas. Allí donde crece el mal, crece también lo que nos salva”.  Oasis… pleno de alegría. Sonrisas furtivas… Bonita luz».

Hay lugares a los que no llega nada bueno. Como dice alguien que lleva 30 años con los más pobres y enfermos de esa preciosa parte del globo: “en África lo bueno es pequeño y lo malo grande”… Y así parece que es y seguirá siendo… pero no por eso debemos dejar de aportar nuestro pequeño granito de arena… y creer… seguir creyendo… porque la utopía puede ser posible y el oasis puede seguir instalado en medio de la nada…
Cada noche al acostarme sigo viendo imágenes… y me sigue encantando disfrutarlas. Ahora, sueño con otra cosa… y me gusta mucho más… veo una bella luz que ilumina los rostros felices de “nuestros” niños jugando y riendo… divirtiéndose en el pequeño gran Oasis de Bombuaka…

¡Buena luz!

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