EN PRIMERA LÍNEA – RAQUEL VILLAÉCIJA

Al conflicto de la República Democrática del Congo, (RDC), le llaman la `Tercera Guerra Mundial Africana´ por la cantidad de vidas que se ha llevado por delante: 6 millones en 20 años. En esta segunda entrega de la serie En Primera Línea sobre mujeres periodistas españolas que trabajan en zonas de conflicto armado, conversamos con Raquel Villaécija, reportera que ha viajado en varias ocasiones a este país donde las violaciones a mujeres se ha convertido en la principal arma de guerra de los contendientes.

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Foto de  Alberto Rojas GEA

Raquel Villaécija.

Foto © Alberto Rojas

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Por María Álvaro Navarro para GEA PHOTOWORDS

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Raquel Villaécija viajó por primera vez a Goma, capital de la provincia de Kivu del Norte, hace ya dos años. Las pasadas navidades volvió a hacerlo cuando el ejército congoleño logró vencer a los rebeldes del M-23, semanas antes de que mataran en una emboscada al coronel Mamadou. Entre otros, realizó un reportaje en la mina de Rubaya, la explotación de coltán más grande de RDC y habló con dos de los niños que en la huida de los ataques rebeldes perdieron a sus padres por el camino y que gracias al programa de reunificación de Save The Children pudieron volver a su hogar. Actualmente está preparando junto a su compañero Alberto Rojas el documental “fueling the war” en el que quieren contar como la guerra es más rentable que la paz en el Congo.

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ENTREVISTA RAQUEL VILLAÉCIJA

`El dolor y la violencia en Congo provocan más silencio que gritos´

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Defiendes un periodismo de pequeñas historias. ¿Qué historias personales que hayas conocido en la RDC han hecho mella en ti y aún hoy no logras borrar de tu mente?

Un día un periodista inglés que estaba como freelance en Goma nos presentó a un niño al que le gustaba mucho la pintura y estaba en una escuela donde les enseñaban a dibujar y a pintar. Yo intenté hacer migas con él y le pedí que me pintara la ciudad de Goma en paz. Él desde el principio intentó engañarme, intentó que le diera dinero, pero yo me negué y le dije que le regalaría una caja de ceras de colores. Dos días después el niño vino con un dibujo que era su ciudad en guerra, nada de lo que yo le había pedido. Yo le di la caja de colores pero el niño se enfado mucho, me dijo que quería dinero, que le diera el ordenador y empezó a agredirme verbalmente.

Me llamó mucho la atención y me demostró lo pervertido que esta el sistema allí. Ellos saben que son un país rico y que tienen minerales. En este caso el niño lo intuye, y que los blancos somos los que les robamos. Esta pequeña historia aparentemente banal, para mi habla un poco de la historia de Congo, en pequeña escala cuenta la historia del país y de ese odio que tienen acumulado.

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¿Cómo mujer periodista has encontrado más dificultades o ventajas para moverte y trabajar en un país como RDC?

El hecho de ser mujer te da quizás un riesgo añadido en los países en los que hay mucha violencia sexual como en Congo, pero en determinadas situaciones me ha beneficiado. Por ejemplo, hablando con mujeres víctimas de violencia sexual, ya que hay mayor empatía y ellas se abrían mucho más conmigo. Incluso a los hombres locales les hacía gracia ver a una mujer que llevara un poco la voz cantante. Me decían: «¿pero tú eres la jefa?» Entonces más que dificultades para mí a veces ha sido una ventaja ser mujer.

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Mina de Robaya 2

La mina de coltán de Rubaya. República Democrática del Congo.

Foto ©  Raquel Villaécija

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¿Cómo te cambia o cómo cambia tu manera de ver las cosas después de haber presenciado un conflicto y todas las atrocidades que en ellos se llevan a cabo?

Profesionalmente, veo el periodismo desde otro punto de vista. Aprendes que hay cosas importantes que es necesario contar y que si no te vas a este tipo de países a contarlas, no lo va a contar nadie. A nivel personal, me acuerdo todos los días de la gente que conocí allí, de las personas a las que entrevisté, de sus historias, de algún pequeño detalle. En un día húmedo en Madrid, me viene a la cabeza el frío que hacia cuando subimos a las minas de Rubaya. Te deja una marca, aunque tú sigas haciendo tu vida aquí.

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Dices que parece que en RDC es más provechosa para algunos la guerra y no la paz. ¿Qué te contaba la población tras 20 años de guerra?

Realmente la gente no tiene una conciencia de que lleve 20 años en guerra. Recuerdan el momento de mayor conflicto tras el genocidio ruandés, pero después dicen que han vivido en paz. Algunos llaman guerra a esos momentos en los que aumenta la tensión y hay enfrentamientos entre los rebeldes y el ejército. Cuando eso se estabiliza ellos ya dicen que ha acabado el conflicto. Hay jóvenes y niños que han nacido en guerra y no han conocido otra cosa. Quizás la generaciones un poco mayores si recuerdan la paz pero igual como llevan 20 años así se les ha olvidado cuando eran prósperos y felices, si es que alguna vez lo fueron.

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En el artículo La ciudad de los niños perdidos que publicaste en El Mundo se percibe como el dolor y la rabia invaden la vida de muchos niños. Ellos no querían hablar. ¿El dolor produce silencio en RDC?

Sí, los niños interiorizan mucho ese odio, se les enquista y produce más silencio que rabia. Se lo guardan mucho para sí. A las mujeres también les cuesta mucho hablar, es difícil que exterioricen el dolor. Son las generaciones un poco más mayores las que sí expresan, hablan y critican. Pero el dolor y la violencia en Congo provocan más silencio gritos.

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Hablabas en una conferencia de que entre tanto dolor habías encontrado también historias de esperanza. «Mandelas del Congo» los llamas. ¿Quiénes son estos héroes?

Hay muchos, y gracias a pequeños mandelas que pululan por el país la vida de mucha gente es mejor allí. Gente como el doctor Paluku que trabaja en el hospital Heal África de Goma donde recompone vaginas de mujeres víctimas de violencia sexual. También Justine Masika, una mujer que ha consagrado su vida a luchar por que se diera visibilidad a las mujeres que habían sido víctimas de violencia sexual, no sólo para conseguir que desde el punto de vista judicial se condenara y se persiguiera a los agresores, sino también para dignificar la imagen de la mujer en Congo. Ella habla de mujeres luchadoras que tienen el valor de seguir adelante e iniciar una nueva vida después de haber sido violadas, destrozadas y estigmatizadas por sus maridos y por la sociedad.

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¿Crees que los reporteros de guerra tienen que ponerse una coraza para no dejar penetrar el dolor, o tienen que sentir profundamente para poder contar una realidad tan cruda como es la guerra?

Tienes que estar cerca, no tienes que ponerte una coraza. Una historia te puede emocionar, escribiéndola puedes llorar, puedes estar incluso esa noche revuelta y, aunque te marquen, tienes que seguir adelante. Yo me acuerdo de todas y cada una de las personas que he conocido, de sus historias, de que les pasaba, que hacían… Pero no significa que lo sufra porque aquí no podría vivir.

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Justin Paluku, en una operación de fístula

 Justin Paluku, en una operación de fístula.

Foto ©  Raquel Villaécija

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¿Cuáles eran las dificultades que te encontrabas para moverte?

En Congo siempre nos movíamos con gente local y en coche para que de alguna manera esas personas te abran un poco las puertas de los sitios y no te conviertas en una persona extraña y hostil. Las mayores dificultades en este tipo de países, aparte de las de seguridad, son las escasas o inexistentes infraestructuras, por lo que moverte de un sitio a otro es difícil. Además hay que añadir que es muy complicado acceder a determinados sitios ya que al ser estados fallidos no hay una autoridad que te pueda autorizar con una mínima seguridad a entrar en esas zonas.

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¿Cómo se logra contar a través de palabras, de una fotografía o de un video una guerra como la de la RDC?

Contando la historia del doctor Paluku que opera las vaginas destrozadas de las mujeres violadas, la historia de Inocence, ese niño de ocho años al que le pides que te pinte su ciudad en paz y es incapaz porque nunca la ha conocido y solamente te la sabe pintar en guerra o la historia de Justine una mujer que está amenazada por haber defendido la dignidad de las mujeres.

Contando también la historia de Fatida, una prostituta que se iba todas las noches a los clubs de alterne para intentar ganarse la vida y que cuando volvía a su casa andando, la violaban y le quitaban el dinero que había ganado. O la de Baraka el niño que se había perdido en un campo de refugiados y que gracias a la labor de Save the Children pudo volver a casa con su abuela. A la gente solo le va a llegar la historia de estas personas si les enseñas sus caras y les transmites lo que ellos y ellas te han contado.

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¿Hay momentos en pleno conflicto en los que llegas a olvidarte de dónde estás, de lo que te puede suceder y sólo piensas en poder contarlo?

Yo soy muy medida para eso, porque no vas a poder contar una cosa si te pasa algo. Luego es verdad que cuando estas allí te olvidas un poco del riesgo y hay veces que te tienes que recordar que no estás aquí, pero eso te suele pasar cuando alguien te intenta robar el equipo o te pega un susto en la calle. Piensas esto me ha pasado porque llevo cuatro días paseándome tranquilamente por la calle con la cámara como si estuviera en Madrid o en Barcelona y esto no es así.

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Después de 20 años de conflicto. ¿Se vislumbra la paz en RDC o parece que es un conflicto que nunca termina?

No hay interés en que acabe la guerra y la muestra de que no va a haber paz en Congo es por ejemplo, el asesinato del Coronel Mamadou, un hombre que intentó poner un poco de orden en el ejército congoleño para combatir a los rebeldes, luchar para que los propios militares dejaran de cometer violaciones y reconstruir un poco la zona. A este hombre le llamaban el «héroe de Goma», porque consiguió vencer al M23 que era el verano pasado el grupo rebelde que estaba causando más estragos. Unos meses después lo mataron en una emboscada. No está clara la autoría del asesinato pero hay bastantes sospechas de que fueron las propias autoridades congoleñas. A alguien que intenta hacer la paz allí ya se encargaran de acallarle.

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Junto con Alberto Rojas estáis preparando el webdocumental “fueling the war” ¿Qué queréis contar con este proyecto?

Queremos contar como la guerra es más rentable que la paz en el Congo. Veinte años de conflicto en un país rico en recursos naturales y además un estado fallido. En esa anarquía total y absoluta es mucho más fácil robar a Congo. Ruanda tiene un papel clave como país que alimenta a los grupos armados contra los que lucha el ejército congoleño porque estos grupos armados son dueños de las zonas mineras. Ellos se instalan allí, Ruanda les controla y se queda con el mineral. Ruanda es el mayor exportador de coltan y no tiene minas. Y a los países occidentales tampoco porque el coltan es mucho más barato si se puede sacar de manera furtiva que si le tienes que pagar al estado congoleño una tasa elevada.

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María Álvaro NavarroPeriodista valenciana afincada en Madrid dedicada a la comunicación de temas sociales. Máster en comunicación, cambio social y desarrollo. Ha trabajado en el departamento de comunicación de Cruz Roja Española y en Greenpeace España. También ha trabajado en el programa Medi Ambient de la televisión autonómica valenciana y ha colaborado realizando reportajes con diferentes asociaciones medioambientales. 

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  1. EN PRIMERA LÍNEA | mariaalvaro - 10 diciembre, 2014

    […] Ya podéis leer las entrevistas de Mónica Bernabé y Raquel Villaécija. […]

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