ENTREVISTA GEA – DOMINGO DEL PINO

Los reporteros de guerra como Domingo del Pino son una especie en extinción. Definirle es tan complejo como su propia obra. Con más de 40 años de reporterismo de guerra a sus espaldas, Domingo es un contador de historias con una mirada determinada. La suya. Ha sabido compatibilizar la presión creativa de las urbes más cosmopolitas con ese vivir al día que sólo se percibe en las aldeas rurales de su querido Tánger. Que no le pregunten a Domingo donde tiene su corazón. Late, desde siempre, detrás de sus historias.

 

Domingo del Pino.

Ilustración ©  GEA PHOTOWORDS

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Por Estudiantes de Periodismo para GEA PHOTOWORDS

 

Domingo del Pino nació en Barcelona. Su padre era oficial del ejército republicano. A los seis meses de nacer, metieron a su madre en la cárcel. Entonces, se convirtió en el preso político más joven de la historia de España. Tras vivir los años de niño en las callejuelas de la Sevilla más tradicional, y los de joven en el exilio de Tánger, que él define como una especie de limbo terrenal que acabó por crecer en su recuerdo como la permanente utopía, viajó a Alemania en busca de un país más serio y civilizado en el que aprendió que todo es posible cuando todos reman en la misma dirección. Atraído por la revolución cubana, se desplazó hasta La Habana y allí trabajó mano a mano con el Che Guevara.

Cuando deambulaba por la redacción de El País, periódico en el que pasó por varias secciones y corresponsalías, escribió alguno de sus mejores crónicas sobre el Magreb, y del eterno conflicto palestino-israelí.

Domingo del Pino se presenta a esta entrevista con un impecable traje gris y una gran bufanda de lana roja. En la mano derecha sujeta la revista Tiempo con portada de Artur Mas y Oriol Junqueras dándose la mano tras firmar el pacto de consulta soberanista de 2014 en Cataluña. Moja su tostada de tomate en el té afirmando sentirse un reportero realizado. Cuando se «viste» de entrevistado activa todos sus sentidos y sus recuerdos emergen de una pequeña boca plagada de historias que contar. Domingo busca ser lo que es: un reportero, como dice el viejo aforismo español, «como la copa de un pino».

 

¿Como fueron sus inicios en el mundo del periodismo?

Desde que era pequeño me gustaba escribir. En Tánger viví el Movimiento de liberación Argelino el cual finalizó en los 70 y me animo a escribir. A los 18 años empecé a estudiar Derecho en Sevilla, en aquella época sólo había dos carreras, Derecho o Medicina, ambas sin salida. Mi única expectativa era trabajar de pasante con un amigo de mi abuelo durante dos años y sin cobrar, pero mis ganas de viajar y hacer cosas hizo que a los 22 años sin apenas contactos periodísticos me arriesgara y viajará a África para contar la realidad del Continente. Al ser pionero en un país apenas explorado por periodistas conseguí publicar en el periódico de Madrid pasados unos meses desde mi llegada.

 

¿Cómo era el periodismo cuándo se graduó con 23 años?

Me gradué en periodismo en Cuba, en la universidad de la Habana en 1974. Aquel periodismo se estudiaba de forma práctica, como debería ser. Las clases teóricas ocupaban muy poco tiempo. Casi todo que hacíamos era trabajo de campo. Éramos unos cincuenta estudiantes de periodismo y nos distribuyeron por los distintos centros de trabajo de la isla. A mí me tocó trabajar en una batería. Ese fue mi primer trabajo como periodista. Cuando terminé me contrataron en la agencia cubana “Prensa Latina”, porque con mi pasaporte español era mucho más fácil llegar a muchos países a los que con el cubano no podían llegar.

 

Usted conoció y trabajó con el Che Guevara. Estamos un poco familiarizados con la figura del Che como mito y como icono pero, ¿cómo era el hombre?

Yo tengo dos visiones del Che. La que tenía antes y la que tengo ahora. Me parecía que era la persona más íntegra de la revolución, pero también uno de los personajes más duros. Firmó multitud de sentencias de muerte sin ningún problema moral. Tuvo mucho que ver con los fusilamientos que hubo en Cuba al principio del triunfo de la revolución. En aquel momento se admitía la pena de muerte, pero no solo con los delitos como el asesinato, sino que tenía un carácter más político. En el fondo el Che se convirtió en un enorme burócrata. Nacionalizó un auténtico jardín como era el sector industrial. Este incluía a la industria azucarera. El azúcar en Cuba es el 60% de la economía. Fue nacionalizando hasta las más pequeñas unidades. De repente te encuentras que lo tienes todo nacionalizado pero no tienes capacidad de gestión. Eso es un momento de revolucionalismo idiota.

 

¿Siempre ha sido un hombre de acción?

En todos los lugares en donde he trabajado siempre se han pensado que yo tenía cierta especialización en la información internacional. Y a mí me hubiese gustado tratar más información nacional. Cuando volví a España me contrataron inmediatamente en El País en 1975, que me envió de nuevo a África a trabajar también con las guerrillas y los movimientos de liberación. Fui el primer corresponsal en Argelia, luego en Marruecos, y después cubrí todo el norte de África, hasta que en los 80 me trasladaron a Beirut en la época de la guerra, donde había que dominar el entorno callejero, porque si no te jugabas la vida. En Beirut estuve varios años, y cuando empezó la guerra del Golfo me trasladaron a Chipre. Fui delegado para todo Oriente Medio y me toco crear la red de corresponsales.

 

¿Qué es lo más duro que ha tenido que sacrificar por su profesión?

Sin ninguna duda la vida familiar. Si estás trabajando en la redacción de un periódico tienes tus horarios y vacaciones, pero donde yo siempre he trabajado, en golpes de estado y las guerras han cuadrado con mis periodos de vacaciones o los momentos en los que he querido hacer algo con mi familia. Quizá no me haya afectado tanto ya que mi trabajo me viene dado por vocación, pero a mi familia sí le ha afectado, incluso a mis padres cuando estaba en Cuba, que de vez en cuando me enviaban un paquete con camisas, porque pensaban que estaba allí sin calcetines ni zapatos.

 

Tras estas vivencias en zonas de guerra, de tanta miseria y sufrimiento, ¿Qué le motivaba a seguir con la profesión y contar estas historias?

Son historias que no merecían la pena ser silenciadas ni que pasaran desapercibidas ante el mundo. La gente tiene derecho a saber que está pasando y por qué su país manda al ejército a una guerra.

 

¿Las guerras de ahora son como las de su época de reportero?

Son más injustas. En la época en la que yo cubría las guerras, estas se hacían para liberar a un país de la colonización, por la independencia o por recuperar las riquezas propias del país de la colonización. Pero hoy, las función de las guerras es destruir para poder construir luego.
Ahora son mucho más mortales que antes porque entre otras cosas se puede matar a la gente desde el aire. Por ejemplo, escribí hace un mes sobre la invasión de Malí, cuando todavía no se había producido. Ahora estoy viendo que el ejercito francés simplemente estaba bombardeando desde el aire. En tierra, la infantería irá cuando lo hayan limpiado. Desde el aire matas a todo el que esté a tiro. No se distingue.

 

¿Cómo ve la situación en Mali?

Nos la están vendiendo como una misión de paz. Pero lo cierto es que Europa sólo se acuerda de África para saquearla.

 

¿Se iría usted capaz de ir ahora a una zona de conflicto?

No. Para poder hacer periodismo de guerra hay que estar en muy buena forma física. Quiero decir, hay que ser muy joven. Y yo…estoy para el arrastre.

 

¿Ha cambiado la profesión de reportero?

Claro. Ahora hay hasta escuelas para formar a corresponsales de guerra. Y no lo entiendo. Tu puedes pagar 20.000 euros para que te formen, que cuando estés en medio de un bombardeó te va a servir de poco.

 

¿De todo se pondrá aprender no?

Si. De la experiencia sobre el terrero.

 

¿Alguna vez ha pensado: “De aquí no salgo”?

Si, y es quizás la menos conocidad de mis aventuras. Estuve en Chipre cuando la guerra entre las dos comunidades. Junto con el periodista Manuel Legrin había salido por la mañana a ver a la mezquita de Santa Sofía. Fuimos hasta allí y empezamos a ver puntitos negros en el cielo y eran los turcos cayendo en paracaídas que habían invadido la isla. Entonces empezamos a correr delante de los paracaidistas turcos que se iban extendiendo. Llegamos al coche, pero ya no podíamos ir al hotel porque estaba ocupado. Además allí disparaban a cualquiera que se moviera en la calle y nosotros teníamos que atravesar un montón de calles. Por suerte, en ese momento estábamos con un Hindú que conocía muy bien a los oficiales ingleses y nos dijeron que nos dirigiéramos a la base británica de Degelia que estaba en otra dirección ni para la zona turca ni para la zona griega, hacia la costa. Y de allí evacuamos el país. Nicosia era una ciudad realmente peligrosa. Algunas calles son turcas y otras griegas. Aquello era un infierno. Es lo más peligroso que yo he visto porque allí no sabes quién te va a disparar, cómo lo van hacer o por qué lo hacer.

 

¿Pasó miedo?

En ese momento no. Si pasas miedo pierdes el control. Mientras estás en tensión corriendo atravesando las calles, de un lado para otro, sabes que puedes morir pero el miedo lo tienes después cuando has llegado a cubierto.

 

¿El oficio de periodista ha evolucionado para bien o para mal?

En estos momentos yo creo que para mal pero no por el periodismo en sí, si no por la propia crisis que ha borrado la posibilidad de empleo en el periodismo y en cualquier otra cosa.

 

¿La manera de ser del reportero homogeniza o generaliza la manera de ser de las personas?

Yo creo que la prensa no condiciona, porque primero la gente tiene acceso a una mayor cantidad de medios y segundo esos medios te están ofreciendo versiones tan dispares de un mismo hecho que es muy difícil que te hagas influenciar. Yo he dejado de navegar por internet. El 90 % de lo que veía en internet era información jerarquizada en la que yo soy capaz de localizar su origen, cuales son las fuentes y todo eso.

 

¿Cree en la imparcialidad del periodista?

Creo en mi imparcialidad.

 

¿Un periodista debe contar solo el hecho o debe analizar las causas?

Creo en el hecho fundamental. Hay que situar todos los hechos. Son interpretables de cualquier forma.

 

¿Cuál es el tipo de relación que debería tener un periodista con un político?

La que tu propia profesión te haga creer. Yo voy a ver a un político porque necesito información. Yo se que las relaciones que se toman con políticos suelen ser bastante censurables. La mayoría de las veces porque los periodistas hoy ya tienen su simpatía por anticipado. Yo no podría contarte la situación política de España, entrevistando solo a Rubalcaba. Tendría que ver un poco el racimo de opiniones y sacar una conclusión. Quedarte con una sola visión no me parece que sea muy profesional.

 

¿Tiene amistad con algún político español?

Si, y te digo una cosa con total sinceridad. La amistad con un político es lo más efímero que hay. La
amistad con un político dura lo que dures tú en un medio que sea importante. Por ejemplo, yo he estado en El País y he tenido una cierta amistad con políticos de diferentes partidos. Una vez que me fui, perdí todas esas amistades de la noche a la mañana.

 

¿Es fácil para un reportero estar al margen del poder?

No, eso es absolutamente imposible.

 

¿La razón de Estado debe condicionar el trabajo del reportero?

No. El reportero no tiene razón de estado. El reportero es reportero. Tiene que decir lo que cree, lo que ve y situar en el contexto esa información. La razón de Estado es solo para el Estado.

 

¿Qué características cree que tiene que tener un buen reportero?

Que sienta la pasión y que tenga vocación, eso es lo más importante.

 

¿Qué prima más, sus ideales o cobrar a fin de mes?

Puedes cobrar a fin de mes sin ser necesariamente un mercenario.

 

¿Cómo se encuentra actualmente en España?

Me encantaría marcharme como hice cuando me fui a África por primera vez. Me siento agobiado e
impotente. Abrumado porque ahora no se puede decidir nada, y sobretodo no se puede escribir nada. Un periodista sin un medio en el que escribir no es nada. Yo tuve la suerte de contar con la oportunidad de trabajar en algunos de los mejores medios como El País o Cambio 16, y ahora mismo a los jóvenes talentos no se les brinda ninguna oportunidad.

 

Veo que trae a Artur Mas de la mano derecha. [Domingo sujeta la revista “Tiempo” con la portada Artur Más y Oriol Junqueras dándose la mano]. ¿Qué opina de la idea independentista?

Estoy preparado para solicitar el pasaporte catalán si se independiza.

 

Esta entrevista ha sido realizada por: Jose Luís Espinosa, Miguel Carvajal, Gerardo Collazo, David Jiménez y Lucas de la Cal. Estudiantes de Cuarto de Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.

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