FRONTERA SUR – JOSÉ PALAZÓN

Don Quijote tiene nombre, sombra y figura en Melilla. Se llama José Palazón, 56 años, estudió empresariales y en sus ratos libres dirige una academia en la Ciudad Autónoma. Porque, desde que fundó la Asociación Pro Derechos de la Infancia (PRODEIN), su verdadero trabajo consiste en ayudar a los menores indocumentados, inmigrantes de cualquier origen, mujeres maltratadas y defender todo de tipo de causas que, sin su presencia, estarían perdidas. Palazón iba para Sancho Panza, pero las injusticias de la vida le convirtieron en el mejor hidalgo al otro lado del Estrecho.

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José Palazón, presidente de PRODEIN.

FOTO  ©  Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS

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Por Lucía Retuerto Larumbe para GEA PHOTOWORDS

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Un día, este hombre decidió tocar las narices más importantes de la ciudad. Decía que había encontrado un remedio contra la invisibilidad. Le advirtieron que aquello era algo peligroso. Pero siguió y siguió, el muy tozudo, hasta que consiguió varios estornudos. Un polvo mágico se desprendió en la atmósfera y dibujó a centenares de personas, hasta ahora inexistentes. Asombrado, el hombre se compró una cámara de fotos. Había que inmortalizar el momento. Pero ¿es que quiere tomarnos el pelo?, dijeron entonces algunos ciudadanos. Y como se creían más poderosos, quisieron borrarle de un plumazo. Ya no salía en los periódicos, ni le saludaban por las calles de Melilla. Pero, por descuido, le dejaron la boca; menos mal, porque José Palazón además de hablador es un fumador empedernido. Y entre chillido y chillido, le hicimos la siguiente entrevista…

 

Llevas más de una década como presidente de PRODEIN, asociación centrada en los colectivos más vulnerables de Melilla, ¿Qué es lo que te mueve a trabajar por una sociedad más igualitaria?

En Melilla, a finales de los años 90, había un centenar de niños en la calle. Venían de Marruecos y como no existía ningún centro de acogida, dormían en los contenedores. Tenían ocho, nueve o diez años, entraban en los bares y te pedían la tapa. La gente se sabía hasta sus nombres. Era terrible verlos tan pequeños con heridas y sarna. Nos reunimos un grupo de amigos y decidimos que había que hacer algo. Así nace PRODEIN, una asociación para luchar por los derechos de la infancia. El día de la presentación, la acogida fue muy buena. Llenamos el aula grande de la UNED, también los pasillos. Más de 80 personas se apuntaron al proyecto. Había una preocupación enorme entre la ciudadanía.

 

¿Cuáles fueron vuestros primeros pasos?

Ya existía una legislación de protección del menor pero no se aplicaba en Melilla. Nos hicimos los defensores de estas leyes. Llevábamos a los niños de la calle a comisaría, y como no existía ningún dispositivo de acogida, previa denuncia, pasaban la noche en casa. Al día siguiente acudíamos a la fiscalía. De esta forma, conseguimos que se habilitaran cinco centros de menores, que más adelante se unificaron en lo que hoy conocemos como La Purísima.

 

¿Cómo reaccionó la administración local?

Fueron años muy duros. Decía Bienestar Social que no se podía hacer nada, que eran niños marroquíes, que cualquier intervención era ilegal y que lo contrario, generaría efecto llamada. Pero estaban equivocados porque a lo largo de todos estos años, el flujo apenas ha crecido. Había un centenar de chicos en los años 90 y actualmente 160. A veces se han registrado 200 llegadas pero de forma esporádica y en los meses de verano.

¿Cuál es la situación actual de los menores extranjeros no acompañados?

Ahora la pelea no es la comida o el alojamiento, sino otras cuestiones como la escolarización y los permisos de residencia. Se utiliza el corte al acceso de ciertos derechos para que los chicos pierdan la confianza en el centro. Ante el descrédito, los menores se quieren colar en los barcos para ir hasta la península. Creen que allí tendrán más posibilidades.

 

¿Por qué algunos niños de la ciudad no pueden acceder a la educación?

En Melilla hay un problema muy grave con la escolarización. Tenemos 200 expedientes de niños que no pueden ir al colegio. Se les está denegando el acceso a la educación porque sus padres no tienen regularizada su situación. En algunos casos, forman parte de una tercera generación que vive en la ciudad pero que sigue sin aparecer en el censo.

 

¿Con qué apoyos contáis para denunciar este tipo de situaciones?

No tenemos financiación. No recibimos ayuda, ni se pagan cuotas. De vez en cuando, nos llegan aportaciones pero creo que nunca ha habido en la cuenta más de 100 euros. Sin embargo, hay un montón de simpatizantes dispuestos a ofrecer asistencia jurídica, médica, ropa o formación. Yo soy la cabeza visible de PRODEIN pero detrás hay mucha gente. No tenemos problemas para encontrar voluntarios pero sí para mostrar nuestro trabajo en público. Melilla es un sitio muy pequeño y controlado. A nivel institucional, la asociación no está bien vista. Al no poder acceder con normalidad a los medios de comunicación, decidimos crear como contrapeso el blog Melilla Frontera Sur. Mucha gente nos sigue.

En el exterior, nuestra credibilidad es muy alta. Organizaciones nacionales e internacionales reconocen nuestro trabajo y nos consultan a menudo. El Defensor del Pueblo nos ha dado la razón en numerosos informes, por ejemplo, en relación con el maltrato a menores extranjeros no acompañados.

 

¿Cómo es vuestra relación con las autoridades locales?

No se nos informa de nada. Es como si no existiéramos. Tampoco para el Gobierno central. Cuando empiezan  procesos de formación o de inserción en políticas de inmigración, no se ponen en contacto con nosotros. Y eso que somos los que estamos en primera línea.

 

¿Cuáles son los cambios más urgentes que necesita la ciudad?

Hace falta regularizar la situación de entre 15.000 y 20.000 personas que no tienen documentación. Normalizar sus vidas, mejorar los accesos al trabajo, educación y sanidad. En cuanto a inmigración, hay que mejorar todo el sistema. No puede ser que una persona espere durante cinco años en Melilla su paso a la península o su repatriación. Que se aplique en definitiva la ley tal y como viene establecida. Eso sí, siempre del lado del más perjudicado.

 

Compaginas la asociación con tu trabajo como profesor de una academia ¿Cuanta dedicación te exige PRODEIN?

Las 24 horas del día estamos de guardia. En cualquier momento aparece alguien en apuros. Cuando la gente nos pide ayuda suele estar en situación límite. Te llega un niño porque le han pegado una paliza o una madre que está con sus hijos en la calle. Para la mayoría, la denuncia es el último recurso.

 

¿Cuál ha sido el coste personal durante todos estos años?

Cada uno se busca una dedicación en la vida. Yo antes tenía algunos ahorros, era profesor y mi tiempo libre lo dedicaba a la pesca. Ahora sigo de profesor y ni un puto duro [risas], pero tengo nietos. Estoy contento, mi familia está contenta. Porque me gusta Melilla, por eso quiero cambiarla. Es una ciudad muy bonita y llena de historia. Tiene muy buena gente, la mayor parte tremendamente sensible. Pero también estamos en un sitio pequeño, separado y con muy pocas influencias. El que navega en contra, se las ve y se las desea. Todo está controlado por unas cuantas familias que están por encima de las capas sociales. Y nosotros queremos una ciudad donde todos sean ciudadanos en vez de súbditos.

 

Lucía Retuerto Larumbe es periodista especializada en temas sociales, flujos migratorios y sigue con especial interés la vulneración de los Derechos Humanos. Ha trabajado en Radio Nacional de España en Melilla.

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