INMIGRANTES 2G – ¿QUIÉN LES CONOCE? (II)

La semana pasada iniciábamos la serie de reportajes sobre los Inmigrantes de Segunda Generación en España con el resumen de las jornadas sobre Identidades Transnacionales que GEA PHOTOWORDS organizó en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Tras saber lo que dijeron los especialistas, ahora os ofrecemos los perfiles y retratos literarios dictados por los auténticos protagonistas de este proyecto que son los propios jóvenes. También presentamos en nuestra web el documental realizado por nuestro equipo sobre este fenómeno que atañe casi al 20% de la población.

 

Algunos de los jóvenes participantes en `Identidades Transnacionales´.

FOTO ©  Javier Schejtman

 

Redacción de GEA PHOTOWORDS

 

Como decíamos en la anterior entrega, pensábamos que los jóvenes hijos de inmigrantes nacidos aquí, o que llegaron muy pequeños, eran una generación perdida entre dos mundos, dos culturas, dos formas de ver la vida, divididos por la ausencia de una existencia compartida. Sin embargo, tanto sus testimonios como los estudios estadísticos y las opiniones de quienes trabajan con ellos, apuntan lo contrario.

A continuación os ofrecemos algunos de los vibrantes testimonios recogidos durante el rodaje del documental y en el transcurso de las Jornadas Transnacionales del Círculo de Bellas Artes, con la esperanza de que nos ayuden a todos a conocerles mejor.

 

David Andrade

Actor y Especialista, trabajó varias temporadas como médico en la serie Hospital Central, nació en Ecuador y llegó con 11 años a España.

 

«Soy hijo de padres inmigrantes de diferentes partes del mundo y aunque nací en Madrid, tengo recuerdos de haber vivido en otra tierra en la que quedaron primos tíos y abuelos. Crecí en diferentes sitios de la ciudad y aunque no lo crean en todos ellos al mismo tiempo.

Hablo diferentes idiomas y lenguas. He vivido en hogares grandes y pequeños, ricos y humildes, pero siempre al calor de una familia que me ayudó, que me educó, que me transmitió valores que nunca precisaron de traducción porque eran simples, claros y pertenecen a todas las culturas y a todos los tiempos.  Una familia que por momentos crecía también en alegría con la llegada de los seres queridos, una fiesta cada rencuentro. Entonces poco importaba ser españoles, europeos, andaluces, latinos, africanos, porque éramos mucho más que todo ello.

Cuando pequeño, en el colegio, algunos  compañeros me llamaban  de forma diferente: por el nombre, el apellido, la nacionalidad de mis padres – esa tierra que hoy también es mía- y siempre les respondí con determinación: no soy guiri, no soy extranjero, no soy inmigrante. Nací aquí, crecí aquí, soy más español que tú, soy igual que tú, soy diferente, soy.

Cuando las relaciones se hicieron más sólidas, ya no importaron ni el color de la piel, ni del pelo, ni la forma de mis ojos, ni el acento, mis amigos eran un territorio donde sentirse seguro, la familia y el barrio un sitio al cual pertenecer. Ahora lo que me importa es el presente, descubrir los secretos del mundo y los del propio cuerpo, el valor de la amistad, la duración de un amor y no tenerle miedo al miedo. Al mismo tiempo en otro sitio investigo álbumes familiares en secreto y en cada página, en cada imagen hay calor, busco un mapa, una raíz, una huella, veo en fotos a tíos y primos que apenas conozco, me encuentro con mis abuelos.

Con el tiempo gano en confianza pero ahí fuera las cosas no son como esperaba, como me las habían enseñado y contado, como intentaba que fuesen. No es culpa de nadie, doy conmigo y con las pieles que habito. Cuanto menos seguro de quien soy, mas me alejo de quien quiero ser. De ello discuto con mis padres, discuto con mis amigos y discuto conmigo mismo. No hay forma de ponerse de acuerdo. Decido comenzar una carrera universitaria, una formación en grado superior, trabajar en un taller mecánico, meterme en una banda o no,  decido irme de viaje y visitar todos lo países y culturas a los que pertenezco, no hacer nada, decido saber quien soy. Y lo decido todo en una tarde y al mismo tiempo.

Soy quien decidió ser actor y lo consiguió, la joven con  título universitario a punto de comprar un billete de regreso a un país que no sabe como la recibirá, ni siquiera si es el suyo,  Soy aquel al que abandonaron y enormes personas, maestros y entidades lo ayudaron a salir adelante y soy al que no vieron y el que pasó. Soy el que festeja los goles de España y los de Ecuador, soy con papeles y sin papeles, blanco, negro y multicolor, quien buscando un sitio lo encontró. Soy de la bachata, del flamenco y del rock, el que emitió una promesa y se estrelló y el que se planteó un sueño y lo cumplió».

 

Paola Cardona

Acaba de terminar su diplomatura de Publicidad y RRPP en la Universidad de Málaga, tiene 23 años y llegó de pequeña a España.

 

«Mis padres y yo nacimos en la capital de la salsa, la sucursal del cielo… en una ciudad llena de alegría y de gente buena: Cali, Colombia.

Mi padre viajo a España en el año 2000, como todos aquellos que salen de su país para intentar mejorar nuestra calidad de vida y poder ofrecer a mi madre y a mí un futuro brillante, lleno de esperanza. Al año siguiente y gracias a que mi padre trabajo duramente durante todo ese año logro obtener sus documentos y regularizar su situación  legal en España y pudo traernos por medio de reagrupación familiar.

Lastimosamente, dada la situación actual española y a la edad de mi padre, 54 años, lleva mucho tiempo desempleado, aunque en su época de actividad ha realizado diferentes tareas: conserje, construcción, etc. En cuanto a mi madre, siempre ha sido una persona con una inmensa suerte y desde que llegamos allá por el año 2001 nunca le ha faltado trabajo, actualmente es Auxiliar de geriatría.

Desde mi llegada a España, puedo decir que nunca he tenido obstáculos, ni en mi vida profesional, ni personal, siempre he estado rodeada de gente estupenda que me han tratado como una más y que me han acogido como una persona más sin importar mi procedencia. Únicamente y como excepción y dado que todavía no tengo la nacionalidad Española no pude disfrutar de una beca para viajar al extranjero para mis practicas de empresa al finalizar la universidad. Pero era un requisito como cualquier otro.

Por mucho tiempo que pase y por muchos lugares visite, nunca dejare de sentirme colombiana y de enorgullecerme al hablar de mi país. Agradezco a España todos los años que me ha brindado y que me ha cobijado sin ningún tipo de prejuicio, ocupa un lugar importante en mi corazón, pues la persona que soy ahora es gracias a todo lo vivido en este hermoso país y al cual agradeceré eternamente».

 

Video `Identidades Transnacionales´.

 

Asun López Morada

30 años, diplomada en Turismo. Nació en Málaga hija de padres filipinos y tiene un restaurante en Fuengirola.
«Mi madre llegó a España como interna en una casa a través de una agencia filipina que se encargaba de arreglar los trámites necesarios para poder trabajar aquí y así ella podría enviar dinero a mi familia materna. Y, por otro lado, mi padre vino a Europa porque siempre le había llamado la atención este continente y después de visitar distintos países como Bélgica, Holanda, Alemania, etc. optó por quedarse en España, en concreto, en Fuengirola donde encontró trabajo como cocinero en un hotel.

El mayor obstáculo que he encontrado es que tuve que esperar hasta la mayoría de edad para obtener la nacionalidad española aun habiendo nacido aquí.
Al no tener la nacionalidad no pude optar a becas en mi período de estudios. Otro obstáculo para mí fue en su momento (porque hoy en día no ocurre eso para nada, todo lo contrario) fue el hecho de no poder optar por un puesto de trabajo porque la empresa buscaba a gente de nacionalidad española, o más bien de aspecto europeo.

En cambio, un beneficio que encontré a la hora de acceder a la Universidad fue el hecho de que si eras extranjero bastaba con un 5 de nota media en las Pruebas de Selectividad.

Puesto que llevo toda mi vida en España, me siento totalmente española, pero debo reconocer que me siento muy volcada con el país de origen de mis padres puesto que toda mi familia materna y un hermano mío y mis sobrinos viven allí.

La época escolar fue la más díficil: era una niña al que en cada paso que daba me encontraba a alguien que me miraba por el hecho de ser diferente. Cuándo me preguntaban de donde era yo les decía: ”¡De dónde voy a ser. De aquí. Como tú!!”. Y ya sin contar con esas excursiones a pueblos donde sí que era raro encontrarse a un extranjero de visita cultural… Verme allí me hacía plantearme muchas veces si ir o no.

Pero eso era antes, hoy en día la diversidad cultural está a la orden del día y a mí como hija de inmigrantes me encanta.

Recuerdo la primera vez que pisé la tierra de mis padres, la emoción que sentí al verme como una persona más y al ver ese lugar que tantas y tantas veces habían visto mis padres durante su infancia y adolescencia ya que ambos eran de la misma ciudad aunque se conocieron en Málaga…..La verdad que sentí que esa también era mi tierra. Sí es cierto que cuando éramos pequeños mis padres iban con frecuencia a fiestas de filipinos y que nos relacionábamos más con niños de filipinos, pero con el tiempo nuestro grupo de amistades son de origen español u otros. Aquí viven personas de muchísimas nacionalidades.

En breve voy a tener una niña con mi pareja de origen español. No me preocupa para nada el hecho de que vaya a vivir lo que yo viví en mi infancia por temas de “discriminación por ser diferente” (y lo pongo entre comillas porque no fue así realmente, pero sí es verdad que me sentí un poco fuera de lugar en algunos momentos de mi niñez) ya que hoy en día es algo más que normal el mestizaje y la mezcla de culturas, y es algo que me encanta».

 

Santtu Vottonen

26 años, albañil, hijo de finlandeses. Llegó a España con 5 años.

 

«Los primeros años en España fueron muy difíciles. Tenía muchos problemas cuando caminaba solo por la calle. Tenía que correr y pelear muchísimas veces sólo por ser rubio. Hasta que conseguí amigos españoles y esto cambió. Los últimos años he trabajado casi exclusivamente para residentes finlandeses, ya que hay muchos que no hablan español o inglés y demandan servicios en finés. Por eso creo que tengo trabajo todavía y estoy luchando bastante bien en la crisis que hay. Pero el futuro en este mundo nunca no se sabe…

No me siento como un español. He nacido en Finlandia y tengo sangre finlandesa, eso no se puede cambiar. Pero como llevo tanto tiempo fuera de Finlandia cuando regreso para vacaciones me siento como un turista. Conozco las calles de aquí mejor. Viajando por el mundo cada vez más  me siento como un «ciudadano del mundo” no de Finlandia y tampoco de España.

Llevo media vida aquí y muchas veces me hablan inglés en los supermercados y restaurantes. Les contesto en español pero me siguen hablando en inglés. Tengo cara de extranjero y creo que eso no va cambiar mucho».

 

Rakesh Bhagwan Narwani

31 años, hijo de padres indios y nacido en Ceuta.

 

«Mi padres nacieron en la India, mi padre en Ahmedabad y mi madre en Devas. Mi padre vino a trabajar en un bazar en Ceuta en los años 70, para conocer la experiencia de vivir y trabajar en el extranjero. Mi madre, sin embargo, vino porque se enamoró de mi padre. Juntos montaron un bazar propio en Málaga. Son compañeros de trabajo a jornada completa, amantes en horario nocturno, marido y mujer cuando se levantan y mis padres en los ratos libres.

Es un tópico decir que uno está entre dos aguas al hablar de su identidad. Yo no estoy entre dos aguas sino que intento nadar en un mar de identidades diversas. Estuve viviendo en Italia nueve meses gracias a una beca de Erasmus, así que me siento un poco italiano, sobre todo al hervir la pasta y tomando café. También estuve en Nueva York gracias a otra beca, esta de de idiomas, así que también tengo algo de neoyorquino. Me encanta poder estar en una ciudad en la que puedo hacer algo a cualquier hora del día.

Creo mi identidad es difusa, no se puede decir que me sienta más de un sitio que de otro, soy de todas esas partes en las que me he sentido vivo, y claro la India es una de ellas. Considero, además, que cuando una persona se siente de un sitio, o tiene su nacionalidad muy arraigada corre el riesgo de ver en otras personas, “el otro”. Ese puede llegar a ser terrible y originar múltiples conflictos simplemente por sentir miedo hacia eso que aparentemente es desconocido.

Si tuviera que decir que soy de algún sitio yo me siento de la playa de Huelín, el barrio donde viven mis padres en Málaga. Estando en esa playa veo el mar y se que tras ese mar está África, está Ceuta, donde nací. Si miro a la derecha está América, New York donde estuve viviendo y trabajando como camarero y si miro a la izquierda está la India aunque no la vea está ahí, esperándome para que la conozca mejor. Es en la playa del barrio de Huelín, donde me siento orientado y sé perfectamente cuál es mi lugar en el mundo.

En un viaje a la India en 2009 me planteé sobre mi identidad. Tuve la necesidad de ir a la India sin mi familia, quise ir con unos amigos y así fue. Entendí en ese viaje que no era indio, paseando por las calles de Bombay la gente me miraba como si fuera extranjero, al igual que por las calles de Málaga. Fue en este viaje en el que entendí que las segundas generaciones son personas especiales porque están viviendo en un país en el que ellos no han decidido vivir, fueron sus padres los que eligieron emigrar. En el momento que me di cuenta de eso decidí que yo también quería elegir mi futuro y no descarto que mi elección sea, a diferencia de mi padre, volver, volver a la India.

Han sido mucho los debates internos que me han generado. Me hace pensar en el concepto de felicidad. Pienso que un emigrante siempre piensa en cómo hubiera sido su vida si se hubiera quedado, si hubiera sido en su tierra natal más feliz que en su país de acogida. En mi familia hay división de opiniones, algunos dicen que si hubieran sabido lo que les esperaba en España se hubieran quedado en la India. Yo cada cierto tiempo me pregunto cómo hubiera sido mi vida si hubiera nacido en Pune, donde vivía mi padre, ¿cómo serían mis amigos ¿cómo sería mi primera novia en el instituto? ? ¿qué hubiera estudiado en la universidad».

 

Tomás Morgenstern
29 años, periodista, argentino de origen, llegó con 6 años a Barcelona.

 

«Nunca me he topado con ningún obstáculo por el hecho de ser inmigrante, ni en el ámbito profesional ni en el personal. Al contrario, el hecho de ser nacido en Argentina y de provenir de una familia de origen judío-alemán siempre ha despertado el interés de la gente. Soy consciente de que nací en Argentina, pero la verdad es que tengo cero sentimiento de pertenencia a mi país de origen. Me siento 100% barcelonés.

Es cierto que ha habido momentos en los que he pensado: “he crecido en España, pero nací en Argentina, mis abuelos son alemanes y tengo familia en Israel…no me queda muy claro de dónde soy”. A veces es confuso, ¡pero también divertido! Tiene su encanto ser de tantos sitios a la vez…¡Tengo casa en varios países!».

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