MUJERES CONTRA LAS MINAS ANTIPERSONA

Se calcula que en todo el mundo existen más de 11 millones de minas antipersona activadas y sin localizar. El pasado 4 de abril se celebró el Día Internacional de información sobre el peligro de las Minas Antipersona. Con esta fecha, Naciones Unidas institucionalizó una jornada de reflexión sobre lo que denomina `una grave amenaza para la seguridad, la salud y la vida de la población local, así como un obstáculo social y económico´. En el recuerdo de este año se ha hecho especial hincapié en el papel de la mujer en la lucha contra esta lacra que sigue causando víctimas cada día. 

Gervasio Sánchez

Imágenes de `Vidas Minadas´, proyecto financiado por Intermon-Oxfam, Manos Unidas

y Médicos sin Fronteras, con la colaboración especial de DKV Seguros.

FOTO  ©   Gervasio Sánchez

 

Por Alba Sánchez Serradilla para GEA PHOTOWORDS

 

Una mina antipersona es una pieza de pequeño tamaño que almacena carga explosiva reactiva al más mínimo contacto o presión. Existen más de 250 tipos, y sus diseños se han ido orientando cada vez más hacia la macabra funcionalidad de provocar heridas graves y amputaciones. Algunas incluyen componentes químicos o gases además de metralla. El precio medio de una mina antipersona es de dos euros, y su localización y desactivación cuesta una media de 600 euros. En todo el mundo, se calcula que existen unas 11.000.000 minas antipersona activadas y sin localizar, según datos de la ONG Acádica.

El Programa Presidencial para la Acción Integral contra Minas Antipersonal de Colombia, afirma que “De acuerdo con información del Landmine Monitor 2013, en 2012 se reportaron un total de 3.628 víctimas de minas antipersonal en el mundo, en comparación con 4.474 reportadas en 2011, lo que evidencia una disminución del 19%. Del total de las víctimas, 1.066 (29%) murieron por causa del accidente, 2.552 (70%) resultaron heridas y sobre las 10 (1%) restantes no se tiene conocimiento sobre su estado. Así mismo, de las víctimas registradas, 2.763 (76%) son civiles, 733 (20%) son miembros de la Fuerza Pública y 132 (4%) son desminadores. Por último, de las víctimas sobre las que hay reportes acerca de su edad en el momento del accidente, el 47% era menor, en tanto que el 53% era mayor de edad”.

Naciones Unidas afirma que las minas terrestres se cobran al año entre 15.000 y 20.000 vidas, y mutilan gravemente a otro gran número de personas. En 78 países del mundo se encuentran diseminadas y deslocalizadas, en ocasiones desde conflictos que terminaros hace años o décadas. Aún quedan minas de la Segunda Guerra Mundial, y desde los años 60 se han esparcido hasta 110 millones de estos artefactos por todo el mundo.

 

EL PAPEL DE LA MUJER.

 

Como novedad, este año Naciones Unidas se ha planteado fomentar la participación de las mujeres en la lucha contra las minas, empoderándolas para que se involucren en actividades de relevancia dentro de sus comunidades. Estas actividades incluyen aspectos como la inspección del terreno, toma de decisiones estratégicas, educación sobre el riesgo en las comunidades, asistencia médica y rehabilitación para las víctimas, etcétera.

Sin embargo, la implicación de mujeres en esta problemática no es nueva, aunque deba ser potenciada. De hecho en determinados momentos de la historia, la lucha contra las minas antipersona ha sido orquestada por una mujer que consiguió significativos avances, se trata de la activista Jody Williams. Esta mujer lanzó en 1992 una campaña Internacional para la Prohibición de Minas Antipersona a la que llegaron a sumarse 1.300 organizaciones de 95 países. El resultado de tamaño esfuerzo fue el Tratado de Ottawa, el primero en el que se prohíben explícitamente este tipo de armas, y el premio Nobel de la Paz en 1997 para la promotora de esta iniciativa.

Williams afirma que “si bien el Tratado de Ottawa ha significado un gran avance para terminar con las minas antipersona, no debemos olvidar que el trabajo de retirada de las minas y destrucción de los arsenales continúa, y que hay países como EEUU, Rusia y China que no lo han firmado”.

 

VIDAS CERCENADAS

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«Estaba trabajando, ya llevaba el ganado para el potrero… Nunca me había metido con la guerrilla, tampoco con la Policía o el Ejército, sólo estaba trabajando para llevarle plata a mi mamá… cuando me di cuenta, estaba volando por las nubes y cuando caí me di cuenta que mi pierna estaba destrozada… No sé qué fue lo que les hice, pero no pude ni defenderme. Por lo menos han debido darme la oportunidad de defenderme, pero no, esa mina estaba ahí, la había podido pisar una vaca, o cualquier otro, pero me tocó a mí”. Así relata su accidente con las minas una mujer colombiana del poblado de Carmen de Chucurí, distrito de Santander, en Colombia. Su testimonio fue recogido en el informe “Sembrando minas, cosechando muerte”, de UNICEF Colombia.

El mismo documento recoge la dramática experiencia de una niña del municipio de Antioquía, en la provincia colombiana de Granada: “Yo iba para la escuela cuando vi una cosita roja en el suelo, pero estaba lejos del camino. Mi mamá sí me había dicho que no caminara por ahí porque dizque ahí había minas, pero yo no me acordé en ese momentico y me fui a ver qué era. Cuando estaba cerquita me di cuenta que era un radio y lo recogí, ahí no pasó nada, pero cuando lo abrí para ver si tenía casete eso explotó y ya no me acuerdo de más, sólo que como a los dos días me desperté en un hospital y ya no podía ver nada”.

Para que no haya más historias como las de estas dos personas, la acción gubernamental contra la proliferación de las minas debe ser contundente. Países como Ecuador y Perú trabajan mano a mano logrando buenos resultados en la desactivación de minas y ya han limpiado más de 621.000 metros cuadrados de suelos minados en la frontera de ambos países, en el marco del programa de desminado llamado ‘Caminado Juntos’.

Naciones Unidas ha asegurado que estos países van por el camino correcto para desminar su territorio antes de octubre de 2017. Siguiendo su ejemplo, el resto de la comunidad internacional, en especial los países con presencia de minas, deberían comenzar a trabajar conjuntamente contra esta amenaza silenciosa, este macabro recuerdo de tiempos peores.

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Alba Sánchez Serradilla es Licenciada en Periodismo y estudiante de Máster en Comunicación Social. Implicada en diferentes ONG desde los diecinueve años a través de programas de voluntariado o como profesional, ha hecho de la comunicación al desarrollo su especialidad periodística a raíz de sus varias nquietudes solidarias.

 

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