REFLEXIONES SOBRE EL RACISMO

El 21 de marzo de 1960, en el término municipal de Sharpeville (Sudáfrica), la policía del régimen sudafricano abrió fuego contra los manifestantes que protestaban de forma pacífica contra las leyes del apartheid y contra el propio Gobierno, provocando 69 muertos y 180 heridos. Por esta razón, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó esta jornada como el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial e instó a los Estados miembros a que pusieran en marcha programas de acción encaminados a eliminar la discriminación racial y el apartheid. El autor de este artículo aprovecha esta convocatoria celebrada ayer para reflexionar sobre el orígen y las causas del racismo.

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Hombre de Brooklyn.

FOTO  ©  Sara Janini, miembro de GEA PHOTOWORDS

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Por Sergi Ribas Díaz para GEA PHOTOWORDS

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Lo importante no es la fecha en si misma, ya que ejemplos de atrocidades racistas tenemos miles. Podríamos citar el colonialismo español en América, el colonialismo europeo de los siglos XIX y XX, el horror causado por la conquista japonesa de Corea, la política blanca australiana, el nazismo y el holocausto, la segregación racial en Estados Unidos y Gran Bretaña, las guerras de la ex Yugoslavia, el comercio de las naciones europeas con esclavos africanos, el exterminio amerindio por parte de los estadounidenses, el genocidio armenio, la marginación de los afroamericanos en Estados Unidos o el intento de exterminio de la población tutsi por parte del gobierno hegemónico hutu de Ruanda. Son sólo algunos de los muchos ejemplos que nos encontramos a lo largo de la Historia de la humanidad.

Lo importante de esta fecha es que nos permite pararnos a reflexionar sobre las causas más profundas de este mal cotidiano, con el cual ya hemos cometido el error de normalizarlo y creemos que es residual e inevitable en nuestras sociedades.

 Entendemos racismo como el conjunto de ideas y pensamientos que justifican las acciones, conductas o actitudes en las que existan elementos de inspiración racial que tengan por objetivo la discriminación, distinción, exclusión o restricción del goce y ejercicio de los derechos humanos en condiciones de igualdad. Esto no es algo con lo que nace el individuo, sino que se aprende a ser racista. Es algo que se adquiere a partir de la reproducción de valores, que históricamente están demasiado arraigados a muchas culturas y que en momentos en los que las condiciones sociales empeoran salen a la luz de manera más descarada apoyándose en discursos políticos o teorías pseudobiológicas y/o sociales.

Estas “teorías del racismo” han sido utilizadas tanto para justificar actos injustificables como para reproducir y mantener modelos de producción, de economía y de sociedad que no se hubieran podido establecer sin ningún sistema de discriminación. Es así como, por ejemplo, el comercio de esclavos fue crucial para el desarrollo capitalista generando, entre 1630 y 1807, 12 millones de libras esterlinas a los negreros británicos. Ciudades como Liverpool o Londres fueron ampliadas y modernizadas gracias a los beneficios que producía el comercio de esclavos.

La producción de algodón y azúcar en grandes plantaciones de trabajadores esclavos también originó las bases de la riqueza de las grandes fortunas del Nuevo Mundo colonizado (Moya Morales, 2004); y es así, para justificar esta subyugación del pueblo africano, como se desarrollaron las teorías racistas que se perpetuarían, aunque mutando continuamente, hasta el día de hoy.

Estas teorías racistas fueron fundadas y apoyadas por pensadores, escritores, filósofos, académicos y líderes religiosos reputados que consiguieron que calaran en la ideología dominante de la época, como en su momento fueron John Locke, padre del empirismo y el liberalismo, o David Hume, figura clave de la Ilustración escocesa, los cuales reconocían a los negros como “naturalmente inferiores”. La ciencia “probaba” estas ideas analizando restos de esqueletos africanos y la prensa se apresuraba en difundirlo. Con esto se conseguía justificar la expansión colonial por África y la esclavitud de los negros en las plantaciones, considerando que “los negros no son capaces de cuidar de ellos mismos”, algo no muy lejano a las políticas actuales de cooperación internacional de los gobiernos occidentales con África.

Y estamos hablando de más de 400 años de distancia. Hoy en día el racismo sigue siendo un motivo potente y muy útil para la ideología dominante y el hecho de que a menudo ni nos demos cuenta de mensajes que llevan implícito el contenido racista es una muestra de ello.

 

DESHUMANIZACIÓN    

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 El racismo es una herramienta de discriminación social, igual que se puede producir por género, edad u orientación religiosa; y la discriminación existe para poder mantener el orden social establecido. Así, mediante la discriminación racial, se justifica la negación de una serie de derechos civiles, políticos, sociales, económicos o culturales por considerarlos seres inferiores que no tienen por qué gozar de ellos, lo cual es muy peligroso por el hecho de que es una deshumanización del individuo y esto deja vía libre para cualquier tipo de atrocidad, si no lo es ya en si misma. Esto permite colocarse a uno mismo por encima, en un grupo superior, y así podemos ir reproduciendo la estratificación social tan necesaria para mantener este orden, creando otros grupos y etiquetándolos como “los otros” y estableciendo relaciones de dominio a partir de diferencias de distinto tipo, en este caso se usa el racismo. Es decir, la discriminación es un fenómeno basado en relaciones entre diversos grupos sociales, y tienen sus raíces en la opinión que un grupo tiene sobre otro.

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Escena callejera. Brooklyn.

FOTO  ©  Sara Janini, miembro de GEA PHOTOWORDS

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Así los integrantes del “grupo interno” se hacen más fuertes socialmente que los “grupos externos”, homogeneizando –y en este caso estereotipando- a todos los otros grupos; considerando grupo interno al que uno pertenece y grupo externo al que no pertenece. Por lo general, la mente humana prefiere pensar por medio de categorías y prejuicios más o menos estáticos, cosa que ocurre casi sin que nos demos cuenta ya que lo necesitamos para estructurar nuestro pensamiento y nuestro criterio, y es a lo que llamamos “normal”.

Pero cuando nos quedamos solo con esta imagen superficial, ya que al mínimo acto ya aplicamos el estereotipo, sembrando la semilla de la discriminación. Así, un grupo tendrá una imagen estereotipada de otro y buscará las pruebas para ir corroborando esta imagen, desechando e ignorando todas las pruebas que le indiquen lo contrario, creando así una barrera entre grupos que los aislara y evitará la interacción entre estos, deteriorando una posible convivencia y comprensión; ya que comporta menos esfuerzo creer unos prejuicios ya adquiridos que intentar comprender lo desconocido.

La persona que sufre esta discriminación siente un complejo de inferioridad, ya que la misma sociedad insiste en que se crea inferior y prácticamente le obliga a disculparse por su condición, sintiéndolo como algo vergonzoso, humillante e indigno de uno mismo, cosa que condiciona la personalidad y el comportamiento de quien lo sufre.

¿Se puede poner fin a la discriminación racial? Hay que luchar para conseguirlo, hay que acabar con todo tipo de prejuicios y estereotipos y eso, en el plano individual, sólo se logrará intentando comprender la situación del “otro”, empatizando con él e invirtiendo la perspectiva y se puede empezar por preguntarse obviedades como ¿cómo me sentiría yo en esa situación?

Pero para acabar con la discriminación racial es necesario un cambio de valores, actitudes y comportamientos que se vayan reproduciendo a través de las generaciones igual que lo ha hecho la discriminación. Es necesaria la tan importante educación. El hecho de que las sociedades cada vez sean más interculturales podría llevar a comprender mejor al otro, pero también es cierto que se corre elriesgo de que exista el riesgo de que la supuesta competencia acentúe estas diferencias. Es por eso que desde una posición individual tenemos que intentar mostrar la inconsistencia de los valores, actitudes y comportamientos de quién manifiesta la discriminación racial para conseguir así una convivencia más sana, un respeto igual para todas las personas y poder acabar con este tipo de injusticias.

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Sergi Ribas es licenciado en Sociología por la Universidad de Barcelona. Especializado en Medio Ambiente  y Sociedad, ha trabajado para  el Consell Assessor per al Desenvolupament Sostenible de la Generalitat de Catalunya y posteriormente ha tenido la oportunidad de viajar por el Cono Sur americano colaborando con diferentes ONG como la Fundación ambiental boliviana Gaia Pacha y la entidad chilena ¡Activo! Actualmente escribe en Ecodiari.cat

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