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100 AÑOS DE LA FIEBRE DEL CAUCHO (y II)

La codicia del hombre blanco en busca del caucho se llevó la vida de miles de indios y mestizos en la selva amazónica. En los laberintos del río Putumayo, en la selva colombiana, la tribu de los huitotos fue prácticamente exterminada… Los supervivientes fueron sometidos a un sistema esclavista donde la violación de los Derechos Humanos era constante e insufrible. La sangre de estas víctimas dio lugar a juicios e informes que todavía hoy escuecen en el recuerdo. Los `señores del caucho´ han pasado a la historia como auténticos genocidas.
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FOTO  ©  Juan Carlos de la Cal

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Por Juan Carlos de la Cal, miembro de GEA PHOTOWORDS

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Un episodio especialmente terrible de esta fiebre fue el exterminio de los indios huitoto, en el río Putumayo (Colombia). Un censo del año 1849 estimaba la población de «racionales» -como se designaba a los funcionarios, comerciantes y colonos- de esta región en 242 personas. Los indios «civilizados», es decir aquellos en alguna forma influidos por las misiones católicas, eran 16.549. El resto del territorio estaba habitado por gentes que los censos describían de forma etnocéntrica como «salvajes», «antropófagos» e «irracionales», grupos que vagaban por el bosque y cuyo número se desconocía. Esos fueron las principales víctimas de la codicia de los “señores del caucho”.

Uno de ellos fue uno de los comerciantes más afamados de Iquitos, Julio César Arana, “el socio de Dios”, que llegó a superar en crueldad a su contemporáneo Fitzarraldo, en su afán de riqueza. En 1901, Arana entró en negocios con algunos caucheros colombianos de la Colonia Indiana (La Chorrera) para explotar el caucho. Arana había conocido años atrás el Putumayo, negociando y transportando el caucho hacia Iquitos y Manaos. En 1904 contrató a doscientos guardianes negros de las islas Barbados -entonces colonia británica- y se internó con ellos en las tierras de los huitotos para extraer el caucho utilizando a los indios como esclavos. Su milicia apoyaba militarmente a los caucheros, a quienes se les permitía ‘civilizar’ a los indios a sangre y fuego. Por medio de las «correrías», les cogían por la fuerza matando a los que huían. No les permitían sembrar sus cultivos tradicionales, confiscaron sus armas y les obligaban a hacer penosas travesías llevando grandes cargamentos de caucho hacia los centros de acopio.

El antropólogo Davis describe así su “modus operandi”: “los caucheros atacaban al alba, atrapando a sus víctimas en las malocas (cabañas) y ofreciéndoles regalos como excusa a su esclavitud. Una vez en garras de deudas que no podían comprender y a riesgo de la vida de sus familias, los huitotos trabajaban para producir una sustancia que no podían usar. Los que no cumplían con su cuota, los que veían que la aguja de la balanza no pasaba de la marca de los diez kilos, caían de bruces a la espera del castigo. Se sometían, porque si oponían resistencia sus esposas y sus hijos pagarían por ello. Para que no hubiera rebeliones ordenó que asesinaran a todos sus líderes y si algún indígena escapaba se obligaba a su propia familia a perseguirlo. En caso de no atraparlo todos los familiares del huido eran ejecutados”.

La somera descripción que Davis, y otros investigadores como Javier Reverte, hacen sobre los castigos y torturas a los que eran sometidos los indios pone los pelos de punta: «Azotes con látigo, el aprisionamiento en cepos, el encarcelamiento en celdas sin agua y luz durante días, el semiahogamiento delante de los parientes de la víctima; la violación de las mujeres ante sus maridos e hijos, la mutilación de los dedos, manos y orejas; la exposición de las víctimas en la entrada de las estaciones, colgadas de las manos y desnudas; la crucifixión, el lanzamiento a corrientes del río de indígenas atados de pies y manos; la aplicación de sal en las heridas, la incineración de gente viva con queroseno; la muerte por hambre y el aperreamiento, esto es hombres, mujeres y niños arrojados como comida para los grandes mastines de los capataces…». Se calcula que cada tonelada de caucho extraído en esa zona costó la vida a 10 indios. Sigue leyendo →

 

LA CUMBIA GOMERA

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