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UNIVERSITARIAS DEL AMOR ALQUILADO

La prostitución creció un 30% el último año debido a la crisis. Lo más alarmante son los indicios que apuntan al incremento entre jóvenes universitarias que hacen la calle para costearse los estudios. Una extraña ecuación que se está acrecentando por una crisis económica que hace que cientos de chicas en sus mejores años se vean abocadas a ganarse la vida poniendo precio a su cuerpo, un trabajo del que es difícil salir.

 

FOTO ©  Lucas de la Cal

 

Por Lucas de la Cal para GEA PHOTOWORDS

 

Termina la clase de Teoría de la Comunicación en la Universidad Complutense de Madrid. Los alumnos van saliendo del aula. Lorena enciende su móvil. Tiene 15 llamadas perdidas. Todas de clientes. Morena, 1,70, ojos verdes, labios de rojo carmesí, piel tersa, piernas torneadas y vaqueros bien ajustados. La coquetería natural de Lorena la convierte en una mujer hermosa, apetecida por muchos, pero poseída sólo por quienes pueden pagar -sí, con dinero- un apasionado encuentro clandestino.

Lorena es prostituta, pero también es estudiante de Tercero de Comunicación Audiovisual en la Facultad de Ciencias de la Información. Una extraña ecuación que se está acrecentando por una crisis económica que, aparte del visible drama de los desahucios – el miércoles un hombre de 55 años se suicidó en Alicante, el mismo día en que iba a ser desahuciado por las deudas contraídas con una entidad bancaria con la que tenía contratada su hipoteca- tiene otras caras menos conocidas. Como el de cientos de chicas que en sus mejores años se ven abocadas a ganarse la vida poniendo precio a su cuerpo, un trabajo del que es difícil salir.

El oficio más antiguo del mundo ha crecido un 30% sólo en el último año. Así lo afirman los últimos estudios elaborados por asociaciones como Médicos del Mundo y Aprosex (Asociación de Profesionales del Sexo). Pero lo más alarmante son los indicios que apuntan al incremento de la prostitución entre jóvenes universitarias que han tenido que recurrir a ella para costearse los estudios.

Apenas tiene 20 años y Lorena ya sabe de los sinsabores de la vida. A principios de año un cáncer se llevó a su madre. Su padre fue despedido con una paupérrima indemnización cuando quiso volver a su empleo de contable para rehacer su vida. Había pedido una excedencia para cuidar a su esposa y estaba endeudado al límite por los gastos de la clínica privada donde habían tratado a su mujer. Además, estaba la hipoteca del piso del centro de Madrid donde vive con Lorena y su hermano pequeño. El remate vino con la subida de las tasas universitarias. Ha pasado de pagar 700 euros a unos 1.800 euros anuales.

«Es una vergüenza que nos suban tanto las tasas, ahora tengo que adelantar 600 euros que no tengo. Estas semanas voy a tener que hacer muchos servicios», afirma Lorena, que recuerda cómo se metió en la prostitución. «Hace un par de meses, estaba de fiesta con unas amigas en una discoteca. De repente, un hombre de traje, de unos 45 años, se me acerca y me ofrece 800 euros por acostarme con él. En ese momento sólo pensé en mi padre y en mi hermano. Por ellos acepté. No podía volver a ver su cara de desolación cuando no le pudo comprar el uniforme ni los libros del cole al peque. Vi dinero fácil y rápido para poder llevar comida a casa. Así empezó todo».

Desde entonces se prostituye tres o cuatro veces por semana. Cobra 180 euros la hora. Y al mes se saca unos 2.500 euros con los que paga su universidad, el colegio de su hermano, las necesidades de su padre, la hipoteca y las facturas de su casa. «A mi familia le he dicho que el dinero lo saco trabajando como imagen y azafata en agencias de modelos y discotecas, y que se gana mucho», aclara.

Lorena entra en la biblioteca de la Facultad de Ciencias de la Información. Tiene que hacer carteles para pegarlos por Madrid: «Chica universitaria de 20 años, necesito dinero para pagarme los estudios, me encanta el sexo y hago el amor de forma muy romántica, sensual y divertida…».

La muchacha rebusca las frases más incitantes que se le ocurren para captar clientes. El barrio de Salamanca, Chamartín, la calle Serrano, los barrios más elitistas de Madrid, son sus zonas preferidas para colgar su anuncio. «Los prefiero porque la mayoría de clientes que llaman son empresarios con dinero. Suelen estar casados y con hijos. Quieren discreción, son educados y respetuosos conmigo», comenta con naturalidad. Sigue leyendo →