TÚNEZ – HACE FRÍO EN LA PRIMAVERA ÁRABE

El yihadismo ha sido eficaz en Túnez. El 18 de marzo los terroristas asesinaron a 21 personas en el Bardo. Luego llegó en junio el ataque en un hotel español en la playa de Susa, que acabó con 38 muertos. Ese día Túnez, el país donde se rodaron El Paciente Inglés y La vida de Brian, el escenario exótico de Cartago y el soberbio coliseo romano del Djem, el de las rutas desiertas de Tozeur que Battiato, se transformó en un mero objetivo del terrorismo. Las playas se vaciaron de turistas y por las salas del Museo del Bardo hoy se puede caminar casi en solitario. 

 

Túnez - Museo Del Bardo - Sala De Hércules Y Dionisos 05

Disparo del atentado terrorista en el que fueron asesinadas 21 personas.

Museo del Bardo,Túnez. Sala de Hércules y Dionisos.

©  Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS

 

 

Túnez: hace frío en la primavera árabe

Por David Granda 

 

A Mos Espa no hay fuerza que le acompañe. El escenario de Stars Wars en el desierto de Túnez está abandonado por la amenaza yihadista.

El fuerte almorávide del siglo VIII de Monastir, donde Poncio Pilato y Pijus Magnificus se dirigen al pueblo judío en La vida de Brian, es hoy el plató por el que apenas deambula un puñado de estudiantes tunecinos. Lo mismo ocurre en el sitio arqueológico de Cartago, vecino de un barrio residencial de lujo a las afueras de Túnez capital, o en el soberbio Coliseo de El Djem, el tercero con mayor aforo del Imperio Romano tras los de Roma y Capua y que produce vértigo cuando alcanzas la última grada.

El litoral turístico canalla de Port el Kantaoui en Susa parece un cementerio de hoteles. La Gran Mezquita de Kairouán, a 160 kilómetros al sur de la capital y 60 de la costa de Susa, es el santuario más antiguo del occidente musulmán y uno de los lugares de culto del Islam. La jornada en la que la visitamos y recorrimos la medina nos acompañó discretamente una escolta de policía.

–¿Es usted optimista sobre el futuro de la democracia en Túnez? –le pregunto a Galai Ahmed, que acaba de regresar de Oslo de recoger el Nobel de la Paz.

–Absolutamente. Estoy convencido de ello gracias a esta cultura de diálogo y consenso por la que nos han concedido el Nobel.

La sociedad tunecina alumbró la primavera árabe hace cinco años y fue el único país protagonista de las revueltas populares que ha logrado consolidar la transición del autoritarismo a la democracia. El terrorismo yihadista busca desestabilizar al país y provocar el descarrilamiento de esa transición con sus atentados contra objetivos turísticos y contra las fuerzas de seguridad.

«La principal amenaza es el terrorismo, con un gran número de células terroristas creadas tras la revolución que se han aprovechado de una legislación más liberal. La tolerancia política desde 2011 fue aprovechada por los terroristas, que asesinaron a dirigentes políticos como Chokri Belaid y Mohammed Brahmi y a varios miembros del ejército y la policía. También tenemos el tema del desarrollo regional; las regiones pobres siguen desatendidas y con graves problemas de desempleo. Son frecuentes las huelgas y las protestas, que paralizan la vida económica. Y luego está la necesidad de armonizar la legislación con los principios de los derechos humanos, en concreto la nueva ley antiterrorista, con una definición de lo que es terrorismo demasiado vaga», resume Galai Ahmed, vicepresidente de la Ligue Tunisienne de Défense des Droits de l’Homme (LTDH), uno de los integrantes del premiado Cuarteto del Diálogo Nacional Tunecino, junto con la Orden de Abogados, la patronal (UTICA) y el sindicato UGTT.

 

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Hotel Imperial Marhaba en Susse, escenario de la matanza de 38 personas. Hoy cerrado. 

©  Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS

 

Con la concesión del premio, el comité del Nobel quiere subrayar que la experiencia tunecina es un ejemplo de que la sociedad civil puede desempeñar un papel decisivo en la democratización de un país. Por eso es un premio coral.

El yihadismo ha sido eficaz en Túnez. El 18 de marzo los terroristas asesinaron a 21 personas en el museo del Bardo. Luego llegó en junio el ataque en la playa de Susa, que acabó con 38 muertos. Ese día acabó la temporada turística en Túnez. Las playas se vaciaron de turistas. La exhibición de solidaridad internacional tras el ataque en el Bardo y las campañas en redes sociales que animaban a viajar al país magrebí para sortear el efecto del atentado (#JeSuisBardo, #JeSuisTunisien, #PrayForTunisia) fueron sustituidas por las recomendaciones de Reino Unido, Irlanda y Dinamarca de no viajar a Túnez.

Por las salas del fabuloso museo del Bardo hoy se puede caminar casi en solitario. Aladdin Hamdi aún conserva en su móvil el vídeo que grabó de los turistas asustados en una sala del museo durante el ataque terrorista en marzo. Él los ocultó allí y los mantuvo a salvo entre mosaicos romanos hasta que llegó la policía. Trabaja en el museo y recuerda la historia junto a la escalera donde se escondieron durante 24 horas una pareja de turistas españoles, ella embarazada. Tiene apenas 23 años, es un héroe modesto o al menos un tipo con agallas y cuenta que en breve lo van a despedir. Asegura que es por la falta de visitantes.

El director del Bardo niega que vaya a haber despidos en el futuro. «Túnez, como otros países en el mundo, ha sido objetivo de terroristas. Quieren aislar al país con la imposición del miedo y la sensación de inseguridad. Actualmente, aquellos que piensan que no deberían viajar a Túnez les estarían dando la razón y contribuirían a que alcanzaran sus metas. Sabemos que el terrorismo es un fenómeno mundial y nadie está libre de su amenaza», afirma Moncef Ben Moussa.

El museo va a conservar los impactos de bala de Kaláshnikov en las vitrinas blindadas y paredes de la sala de los tesoros fenicios donde los terroristas asesinaron a diez personas. Es una contradicción lógica. No quieren que se olvide lo que quieren olvidar.

Hay un dato que sorprende: la democracia tunecina es la principal exportadora de yihadistas extranjeros que llegan a Libia, Siria e Irak para combatir en las filas del Estado Islámico (EI) y otros grupos islamistas radicales.

Su origen se remonta a la beligerancia de la dictadura de Ben Ali contra los movimientos de corte islamista y a la posterior amnistía tras la primavera árabe, cuando se liberaron cientos de islamistas encarcelados. Hubo una mayor tolerancia política que el salafismo aprovechó para plantear sus demandas de implantación de la sharía y la restauración del califato. Estos grupos son un caldo de cultivo radical que no duda en recurrir a la violencia para imponer sus postulados. Tras el asesinato de los representantes del Frente Popular Chokri Belaid y Mohamed Brahmi se ilegalizó al grupo más fanático, Ansar al-Sharía.

 

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El guía turístico en el anfiteatro de El Jem.

©  Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS

 

La transición no ha resulto décadas de exclusión social y el yihadismo ofrece unos recursos de empoderamiento que el nuevo sistema político no satisface. Y luego están los vecinos. Argelia y Libia son los principales espacios de entrenamiento del yihadismo tunecino vinculado a Al Qaeda en el Magreb Islámico. En Libia, aparte de Siria, también están los campos de los grupos tunecinos ligados al EI.

La estrategia para combatir el yihadismo pasa, según Galai Ahmed, por un enfoque integral con medidas en materia de seguridad y administración, como el control de la financiación de las asociaciones que sirven de extensión civil de los terroristas, o el control de fronteras y de los combatientes del EI que regresan de Siria o Libia, siempre y cuando se respeten los derechos humanos fundamentales. «Este enfoque es insuficiente si no se implementa en una lógica completa. La derrota del terrorismo es un proyecto a largo plazo. Hay que trabajar en la educación y en los valores universales de tolerancia y respeto por la diferencia y la diversidad de creencias; hay que erradicar la pobreza, la falta de acceso a servicios sanitarios y actuar contra el desempleo».

Galai Ahmed acaba de señalar en su respuesta uno de los grandes dilemas del futuro de Túnez, ¿qué ocurrirá cuando regresen los combatientes yihadistas? «El problema de los retornados es un quebradero de cabeza para los servicios de inteligencia tunecinos, que consideran que el EI ha situado a Túnez en el centro de la diana precisamente por su relativamente exitosa transición democrática», explica Ignacio Álvarez-Ossorio, profesor de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad de Alicante. «Tenemos que tener en cuenta que el EI considera a la democracia como una herejía por representar el gobierno del pueblo. Los salafistas también consideran una aberración la Constitución tunecina, sin duda la más liberal y garantista de todas las existentes en el mundo árabe».

Actualmente el ministerio del Interior cifra en cerca de un millar los combatientes que ya han regresado de Siria y Libia, en teoría por arrepentimiento. «Están bajo vigilancia», asegura Guadalupe Martínez, profesora de la Universidad de Granada y experta en política tunecina. «La mayoría los considera una amenaza, pero una pequeña minoría cree que pueden ser una oportunidad: conocen el terreno de batalla y las técnicas de ataque, podrían ser de mucha utilidad como batallón especializado para luchar contra el EI –en realidad muy pocos apuestan por esta opción dado que resulta muy arriesgado disciplinar y armar a estos sujetos–. ¿Y qué pasa con los que regresan no arrepentidos? Es el gran dilema del gobierno. La apuesta más clara a corto plazo es que se les considere criminales de guerra o terroristas y se les mantenga en prisión.

El legado arqueológico de Cartago se lo reparten entre el museo del Bardo y el museo de Cartago (bueno, y el Louvre, que los franceses se llevaron lo suyo). El de Cartago es Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco desde 1979. Buena parte de las ruinas púnicas y romanas están al aire libre entre olivos y con vistas al Mediterráneo. La catedral aledaña de San Luís se construyó el siglo XIX sobre el capitolio de la ciudad romana. Se conserva el féretro de San Luis, que murió de la peste en el año 1270. Túnez fue la tumba de los últimos cruzados de Occidente.

 

Túnez 637

«Llevo años como chófer en el mundo del turismo. No me veo haciendo otra cosa», dice Karim.

©  Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS

 

«¿Te acuerdas de cuando no se podía caminar por aquí? Estaba lleno de autocares de turistas, los puestos de cerámica no daban abasto», me comenta Chihab Bernawi a la salida de las ruinas de las termas de Antonino en el sitio arqueológico de Cartago, a diez minutos del museo, en un suburbio residencial lujoso de la ciudad de Túnez. Muy cerca de aquí se encuentra la residencia del presidente de la República de Túnez. Hoy permanecen las casetas, en su mayoría cerradas. Algún vendedor te aborda con timidez. Solo hay una pequeña furgoneta, la nuestra.

Chihab trabajaba como guía turístico hasta que dejaron de cuadrarle las cuentas. Ahora ejerce como intérprete y traductor. El chófer, Karim Ben Salem, es natural de la isla de Djerba. Por Djerba pasaron Ulises, los cartagineses, los romanos, los vándalos –este es el motivo por el que algunos tunecinos tienen los ojos azules–, los árabes, estuvo bajo soberanía española en el siglo XVI, llegaron los franceses y a partir de los años 60 los turistas. La isla también fue escenario en los 70 de Star Wars, pero el puerto espacial de Mos Eisley –Ajim en la isla– no se encuentra abandonado como el de Mos Espa por la amenaza yihadista. Mos Espa es un sobrecogedor decorado en un mar de arena entre la frontera con Argelia y el gran oasis de Tozeur donde llegaban turistas en verano con temperaturas que superan los 50 grados. Ahora no va nadie.

Pocos recuerdan que en abril de 2002 Al Qaeda reivindicó un atentado terrorista contra la sinagoga de Djerba que provocó 21 muertos. El primero tras el 11-S, que estaba muy reciente.

–¿Tuvo la misma repercusión para el turismo que los últimos atentados? –le pregunto a Karim.

–Ni mucho menos. Hubo mucha confusión porque al principio decían que se trataba de un accidente y no de un camión cargado de explosivos, pero ya ese verano no afectó gravemente al sector.

–¿Vas a tener que cambiar de profesión?

–Llevo mucho años trabajando como chófer en el mundo del turismo. No me veo haciendo otra cosa.

Galai Ahmed, Ignacio Álvarez-Ossorio y Guadalupe Martínez coinciden en subrayar que democracia e Islam son perfectamente compatibles. Túnez lo está demostrando. El Nobel de la Paz es un reconocimiento a una vía tunecina que ratifica que los movimientos islamistas y laicos pueden trabajar juntos y lograr resultados importantes.

Pero Túnez es una rareza, más que un modelo. No tiene grandes bolsas de petróleo, ni un ejército poderoso amigo de asonadas, ni una gran dependencia exterior, ni tensiones étnicas. Tiene clase media. Tras apenas cinco años de proceso democrático presenta rasgos de democracia asentada: baja participación electoral, desencanto ciudadano con los partidos políticos, alianzas de gobierno que parecían incongruentes. Y sobre todo una desafección con la Revolución de los Jazmines que choca cuando hablas con los tunecinos, o que le choca a uno que viene de Europa, donde se nos llena la boca con la palabra democracia y más si tienes en cuenta el desenlace de la primavera árabe en países como Libia, Yemen o Egipto.

 

Túnez - Cartago - Sidi Bou Saïd - Palacio Presidencial 05

Palacio Presidencial en Sidi Bou Saïd, Cartago.

©  Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS

Esa malquerencia brota del encarecimiento del nivel de vida desde el derrocamiento de Ben Ali. El precio de la cesta de la compra se ha doblado. «Si a la frustración de expectativas con la revolución, en lo que toca a justicia social y ajusticiamiento político con los responsables de la dictadura, le sumas que vas al mercado y no se puede comprar, no puedes estar muy ilusionado con el resultado», dice Chihab.

En una conferencia de prensa en el Ministerio de Turismo, Abdellatif Hamam, director general, ofrece cifras oficiales. El turismo crea más de 400.000 empleos directos en Túnez, el 7% del Producto Interior Bruto, el segundo sector económico más importante del país. Desde junio se ha perdido un 25% del flujo turístico. El 10% de los hoteles ha cerrado sus puertas, un total de 70 establecimientos. En 2015 el país ha recibido un millón de turistas menos que el año pasado. «El bajón se ha amortiguado gracias al aumento del turismo local y a la solidaridad argelina. Este verano han llegado 1.300.000 turistas de Argelia. Antes del ataque de Susa esperábamos la llegada de medio millón de británicos, buena parte de los hoteles tenían las reservas completas, el crecimiento iba a ser muy importante. Los terroristas truncaron todo eso. Ha sido diabólico. Han golpeado donde saben que pueden hacer más daño».

Hamam subraya el fenómeno de la globalización del terrorismo, algo que en Túnez se escucha como una letanía: «Ningún país está a salvo del terrorismo. Puede golpear en cualquier lugar del mundo. En París murieron dos tunecinas». Y añade: «¿Quién se hubiera imaginado hace unos años que el yihadismo iba a atraer a la juventud francesa? El rock, las drogas, el sexo deberían estar entre sus motivaciones, ¡no la yihad! No entendemos nada. Pensábamos que la yihad era un asunto único de los barbudos fanáticos. Sin embargo, los últimos terroristas son franceses».

Los yihadistas no entienden de castas. Sus objetivos no se limitan a militares, políticos, jueces. Pueden golpear tanto en un centro comercial en Nairobi como en una discoteca en París. Sucede que resulta inevitable que un turista en Túnez se sienta sobreexpuesto tras los atentados en la playa de Susa y el museo del Bardo.

El último atentado del 24 de noviembre no tuvo como objetivo directo, sin embargo, el turismo. Una semana después de la conferencia de Abdellatif Hamam y muy cerca del ministerio de Turismo, en pleno centro de la capital, un terrorista suicida del EI causó la muerte a 12 miembros de la Guardia Presidencial. Guadalupe Martínez apunta que las fuerzas de seguridad del Estado son el sector con más bajas por atentados. Tanto el EI como Al Qaeda en el Magreb islámico los considera objetivo prioritario y los acusa de traición por servir a un gobierno enemigo del Islam. «Afinando un poco más, podría decirse que atentar contra este sector tiene un significado especial. La Guardia Presidencial es uno de los cuerpos más respetados por tres motivos: 1) Es un cuerpo de élite. 2) Tradicionalmente ha escapado a la lógica de la politización y de abuso de poder que sí había en otros cuerpos. 3) Su lealtad y ajuste rápido al cambio de régimen y su comportamiento durante la revolución, en la que sus 2.500 miembros no tomaron parte activa en los asaltos policiales contra los manifestantes –porque no les correspondía la tarea–».

 

Túnez - Monastir - Mausoleo De Bourguiba 30

Mausoleo De Bourguiba en Monastir .

©  Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS

 

Cuando conduces por Port el Kantaui en Susa parece que los 70 hoteles cerrados de los que habla Abdellatif Hamam se apiñan todos aquí. El recorrido deja una estampa de establecimientos con los neones apagados. Hay controles policiales en las rotondas. Cuando llegamos al nuestro, El Mouradi, una pareja de turistas muy rubios y con ganas de farra nos recibe en la puerta del hotel haciéndonos la ola. Por la noche, para salir a dar un paseo por la playa hay que llamar al guardia de seguridad para que te abra la verja.

En el hotel hay algunos turistas europeos y canadienses francófonos que confían en la seguridad del hotel y aprovechan para conocer Port el Kantaoui –un artificio turístico que incluye puerto deportivo, hoteles de cinco estrellas, playas bonitas y hasta campo de golf– y la fabulosa medina de Susa sin el bullicio de los años dorados del turismo. Los dos hoteles que sufrieron los atentados están cerrados. El Imperial Marhaba pertenece a la cadena hotelera española Riu y alojaba a 565 huéspedes el 26 de junio.

En la capital, en el hotel Ramada Plaza Tunis a las afueras de la ciudad de Túnez, las medidas de seguridad son similares. Antes de cruzar la valla de entrada, los miembros de seguridad controlan con espejos los bajos del vehículo. El hotel está delimitado con un muro y concertinas y en la playa hay dos garitas. En total hay 75 cámaras de vigilancia. El número total de guardias es confidencial, al igual que el protocolo de evacuación en caso de atentado. En enero van a instalar en la recepción un detector de metales –como los que se utilizan ya en numerosos centros comerciales en Túnez– y una máquina de rayos X para el equipaje.

Si sales por la noche hasta la rompiente, una vez que te han abierto la puerta de acceso a la playa que se acaba de instalar, te acompaña un guardia que de vez en cuando ilumina la negritud del mar: no resulta nada tranquilizador, lo hace porque el yihadista que asesinó a 38 personas en la playa de Susa –30 de ellos turistas británicos– alcanzó el arenal en una embarcación disfrazado de bañista y con un fusil Kaláshnikov escondido en una sombrilla.

Adel Messaoud, el director del hotel, es optimista para 2016. «Túnez es tan seguro como España o cualquier otro país de Europa. El terrorismo ataca a todo el mundo, no sólo a nuestro país. Nosotros contamos ahora con experiencia respecto a las técnicas terroristas y nos podemos anticipar en un 95% a sus ataques».

Casi 200 kilómetros al sur de la capital, en la costa, se exhibe una de las construcciones más colosales de Túnez, el Ribat del siglo VIII de Monastir. Los Monty Python utilizaron esta fortaleza musulmana para rodar una parodia del cristianismo. La vida de Brian es una película optimista: los crucificados acaban cantándole a coro al lado positivo de la vida. Veremos cómo transcurre 2016 en Túnez y si, como decían Galai Ahmed al principio del reportaje y Adel Messaoud ahora, hay razones para el optimismo.

 

Publicado en EL ESPAÑOL el 9 de enero

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