UN FINAL SILENCIOSO EN EL VALLE DE LA VIDA

La construcción de la presa Gibe III ha significado para los pueblos indígenas que habitan el valle bajo del río Omo la mayor crisis humanitaria vivida hasta el momento. El gobierno etíope nada ha hecho para acabar con la progresiva muerte del valle, que soportará la definitiva edificación de la mayor presa hidroeléctrica de Etiopía. Las protestas en contra de este proyecto (principalmente de ONG del país) junto con la crítica internacional han sido silenciadas por las fuerzas estatales que, a su vez, han sometido a las tribus del lugar a una serie de desalojos forzosos para lograr su lucrativo objetivo. Algunos de estos pueblos, como los kwegus, ya han comenzado a sufrir las graves consecuencias de la hambruna fomentada por esta cruel fiebre de poder.

 

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Mujer de Hamer, en el valle bajo del Omo.

FOTO  ©  Sara Janini

 

UN FINAL SILENCIOSO EN EL VALLE DE LA VIDA

Por Ana de Gracia para GEA  PHOTOWORDS

 

Se cree que es en el África negra el lugar donde se guardan los secretos del origen de nuestra civilización. Alberga dentro de sus fronteras los restos milenarios de nuestros antepasados gracias a los cuales nos ha sido posible reconstruir y terminar de tejer la historia de la civilización humana. El origen del mundo. La llamada Madre Tierra. Así es cómo se considera al continente negro; el pilar originario de toda una civilización.

En sus tierras se encuentran algunos de los restos paleontológicos más valiosos del mundo. Como el valle bajo del río Omo, situado en el país etíope muy cerca del lago Turkana (Kenia), otro tesoro regalado por esta Madre Tierra y considerado una de las “cunas de la humanidad”. En el valle bajo del Omo (catalogado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco junto al lago de Turkana) se han encontrado incluso los yacimientos más antiguos de la especie Homo sapiens.

A orillas del río viven 200.000 indígenas de diferentes tribus. Allí conviven alrededor del valle y de las aguas del río Omo que les abastece, aportándoles las condiciones necesarias para el cultivo, sobre todo gracias a sus crecidas tras las cuales las tierras ofrecen sus mejores frutos en forma de suculentas plantaciones de maíz, sorgo o tabaco, entre otras. Ocho son las etnias que cohabitan en este pequeño recodo del suroeste de Etiopía timoneado por las tranquilas aguas del Omo y sus afluentes. No obstante, la paz que ha imperado entre los pueblos de este valle se ha desvanecido en los últimos años con la construcción de la mayor presa de energía hidroeléctrica de Etiopía.

Hace nueve años se iniciaron las obras de la presa Gibe III. Una empresa que trajo consigo la condena para todas las poblaciones que habitan las tierras del valle. Desde entonces el gobierno etíope ha facilitado la preparación del terreno para hacer realidad la descomunal edificación llegando a crear una red de corruptelas y argucias sin precedentes.

 

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Kelem de la etnia Karo, fotografiado en su aldea del Valle del Omo.

FOTO ©  Marcello Scotti

 

La compañía italiana Salini Costruttori abanderó el proyecto cuyo contrato finalmente fue adjudicado sin concurrir en concurso público para llevar a cabo la adjudicación legal de la construcción de la presa tal y como señalan las leyes del país. Asimismo, incumpliendo la Constitución de Etiopía, según la cual todo pueblo indígena ha de ser consultado cuando se desee realizar proyectos medioambientales que les afecten, desde el inicio de la planificación de Gibe III los autóctonos de la zona apenas fueron conscientes de las artimañas políticas ni de todo lo que estaba a punto de gestarse en las tierras del Omo.

Los estudios de impacto que se llevaron a cabo para analizar las consecuencias negativas y/o positivas del plan tampoco permitieron arrojar mucha luz. Sobre todo si se tiene en cuenta que dicho estudio fue llevado a cabo por la compañía italiana CESI y financiado por la Corporación Etíope para la Energía Eléctrica junto con (nuevamente) Salini Costruttori. Mientras tanto, en Occidente también han querido tratar de conseguir su trozo del pastel con el plan de la presa Gibe III y así satisfacer a los hambrientos y viejos lobos empresariales.

Para lograr su objetivo el gobierno de Etiopía ha contado con la financiación de los mayores inversores del mundo. El banco chino más importante, Industrial and Commercial Bank of China, se unió a la causa apoyando económicamente la construcción. E incluso EEUU no quiso desvincularse y contribuyó con su potencial tecnológico a través de la empresa Harsco Corporation. Por su parte, el gobierno etíope fue agravando su deuda con el país italiano a través de los préstamos que este último le concedió para finalizar las obras de la presa.

Los Kwegus, uno de los ocho pueblos indígenas que habitan el valle del Omo, ya han padecido en su piel las graves consecuencias de esta fiebre de poder por el cual el gobierno etíope y las demás fuerzas occidentales parecen estar cegados. El hambre se ha convertido en la principal arma de destrucción para la tribu provocada por la deforestación de sus tierras así como de la progresiva desertización que poco a poco se irá materializando a lo largo de los 760 km que cubren la zona afectada del río Omo por la presa Gibe III.

El tiempo transcurre muy rápido para estos pueblos que cada día ven cómo se aproxima el fin de un río que hasta el día de hoy había llenado de vida un valle milenario en el que hace millones de años ninguna fiebre de poder empapó de lágrimas sus ricas tierras.

 

Ana de Gracia es estudiante de Periodismo en la universidad Carlos III de Madrid. Actualmente vive en Sao Paulo, donde ultima sus estudios. Apasionada por el mundo de la corresponsalía, los viajes y los movimientos sociales. Ha trabajado en radio durante tres años en la rama del periodismo cultural en España así como para otros medios de comunicación digitales cultivando el género de la entrevista con personalidades del panorama actual de la cultura y de la política.

 

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