UN RESPIRO PARA LA CAPA DE OZONO

En los últimos días varios medios se han hecho eco de una buena noticia para el medio ambiente que confirmaba la Agencia Estatal Europea: el agujero de la capa de ozono que hay sobre la Antártida se encuentra en sus dimensiones mínimas de los últimos diez años. Este cambio de tendencia se observa desde la firma del Protocolo de Montreal, en 1989, fecha desde la cual se han reducido drásticamente las emisiones de CFC a la atmósfera. Es una buena señal pero no debemos bajar la guardia. Esta noticia demuestra que las buenas políticas ambientales, tomadas globalmente, sirven para oxigenar nuestro planeta.

Norte Grande. Chile.

FOTO  ©   Alfons Rodríguez, miembro de GEA PHOTOWORDS

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Por Alba Sánchez Serradilla para GEA PHOTOWORDS

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Los CFC son los gases que destruyen las partículas de ozono, y que tienen mayor agresividad contra las mismas en bajas temperaturas. Por ello su efecto en los polos es más alarmante que el resto del globo, además de porque la mayoría de corrientes de aire terrestres confluyen allí arrastrando emisiones de todo el planeta.

Como decíamos en la entradilla, esta noticia no quiere decir que podamos cantar victoria. La capa de ozono continúa seriamente dañada por décadas de emisiones descontroladas de gases contaminantes que destruyen nuestra protección contra los rayos solares ultravioleta, potencialmente cancerígenos y que recalientan la tierra con consecuencias letales para cada vez más especies animales y vegetales.

Los niveles excesivos de radiación ultravioleta provocados por el debilitamiento de la capa de ozono, perjudica directamente a la salud de las personas, provocando la proliferación de casos de cáncer de piel, lesiones oculares y deterioro del sistema inmunológico ante enfermedades infecciosas como el sarampión, herpes, malaria, lepra o varicela, según datos de la Secretaria de Ambiente de Paraguay.

Los efectos son tales que llegan incluso a provocar importantes cambios en la composición química de la flora terrestre, llegando a dificultar e incluso a impedir su proceso de fotosíntesis y afectando al rendimiento de las cosechas.

No solo el agujero de ozono nos amenaza, el tan mencionado cambio climático también se agudiza con la actividad humana, siendo la industria y el transporte los principales emisores de bases de efecto invernadero, responsables  del recalentamiento terrestre, que se traduce en predicciones de falta de agua potable, cambios en las condiciones de producción de los alimentos y un aumento en los índices de mortalidad debido a inundaciones, tormentas, sequías y fuertes olas de calor, según el Ministerio español de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente.

 

UN COMPROMISO DE TODOS

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Las circunstancias son preocupantes, pero los últimos datos sobre el estado del agujero de ozono hacen pensar que sí pueden hacerse cosas y tomarse medidas para invertir la situación y mejorarla. El consenso político y las alianzas multilaterales al respecto son de vital importancia, aunque no debemos desdeñar la capacidad de los consumidores para reducir la huella medioambiental. Y en éste sentido, el transporte es la actividad cotidiana a la que más atención debemos prestar, por ser la principal responsable de la mayoría de las emisiones contaminantes.

Con respecto a ello, los datos de la última encuesta del Eurobarómetro sobre el compromiso ciudadano con prácticas ecológicas respecto al transporte, son muy positivas:

-De los más de 25.000 participantes, el 60% ha afirmado que acepta pagar más por un coche nuevo si ello sirviera para reducir las emisiones contaminantes.  El 66% se declara de acuerdo en cambiar su coche por uno más pequeño por el mismo motivo.

-Seis de cada diez encuestados está dispuesto a transigir en cuanto a la distancia que se puede conducir sin repostar por ahorro de combustible y energía.

-Dos tercios de los automovilistas participantes en la encuesta están de acuerdo en la necesidad de establecer nuevos sistemas de tarificación que tuvieran en cuenta el uso real del coche, de tal forma que contaminar en exceso tuviese algún coste para el responsable.

Sin embargo, no todo son datos positivos: los encuestados no valoran con demasiada positividad el transporte público. El 71% considera que el transporte público no es tan práctico como debería por falta de conexiones, baja frecuencia de los servicios y un aspecto que definen como de “poco fiable” se este servicio.

El Servicio de Información Comunitario de la Comisión Europea sobre Investigación y Desarrollo confirma que el transporte por carretera es el principal emisor de C02, el gas que más afecta negativamente al clima. Además, más del 10% de los efectos de recalentamiento global desde la década de los ochenta son responsabilidad directa del transporte.

Puede que no todos podamos ejercer control sobre los vertidos de emisiones industriales, pero definitivamente todos tenemos algo que decir sobre el transporte y los usos que hacemos de él. Cualquiera puede elegir un uso más racional y sostenible de los medios de transporte de los que se disponen.

Una apuesta sólida por el transporte público por parte de los usuarios, y unos compromisos de ampliación y mejora desde las administraciones públicas son aspectos clave para que nuestras ciudades crezcan en sostenibilidad además de en tamaño.

Ahora, sabiendo que sí se pueden conseguir que los procesos naturales más adversos se inviertan con la colaboración de todos, el compromiso ciudadano es más importante que nunca. Hemos conseguido mucho y cada grano de arena cuenta en nuestra carrera hacia un futuro más sostenible. La clave está en elegir: si estamos hartos de ser parte del problema, seamos parte de la solución.

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Alba Sánchez Serradilla es Licenciada en Periodismo y estudiante de Máster en Comunicación Social. Implicada en diferentes ONG desde los diecinueve años a través de programas de voluntariado o como profesional, ha hecho de la comunicación al desarrollo su especialidad periodística a raíz de sus varias inquietudes solidarias.

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