BERLÍN – ENTRE LA MULTICULTURALIDAD Y EL PODER

Una sorprendente Berlinale, con premios a películas poco comerciales y de culturas minoritarias, se ha desarrollado en plena controversia Berlín-Atenas e islamismo-islamofobia. Berlín se abre a muy diversos acentos y formas de vida, aunque Alemania acoge con algunos ‘peros’. Nos lo cuentan algunos de sus habitantes a través de la pluma de Cristina Martínez Sacristán que ha elegido a esta ciudad como su segunda residencia.

 

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El artista Víctor Landeta y sus retratos de premios Nobel pintados sobre los restos del muro.

FOTO  ©  Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS

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BERLÍN – ENTRE LA MULTICULTURALIDAD Y EL PODER 

Por Cristina Martínez Sacristán para GEA PHOTOWORDS

 

Al arribar a Tegel, tras unos días en un caluroso Madrid, la nieve se va imponiendo, copo a copo. El gorro y los guantes se hacen indispensables, esperando al autobús que lleva a Alexanderplatz. Una vez en él, me siento con tres mujeres con velo. Intento acertar con su origen, pero no es tan fácil. En Berlín hay 187 nacionalidades, toda una Torre de Babel, y estas mujeres tienen una charla animada y se diría que cosmopolita. Una de ellas, la más joven, parece una modelo. Les pregunto por mi parada, y a partir de ahí charlamos sobre Berlín. La joven exótica es una kuwaití que habla un inglés muy bueno, y va acompañada de su madre. A la otra mujer, de Arabia Saudí, la ha conocido en su edificio de apartamentos, y desde entonces están haciendo turismo juntas por Berlín. La conversación es muy simpática y abierta, y nos separamos en la céntrica y emblemática plaza de la torre de televisión.

El paisaje de la capital alemana es así de variado, todo el rato, y los prejuicios suelen desvanecerse aquí. Así que a punto de sumergirme en la internacional Berlinale, tan pronto charlo con la tailandesa que vino y se casó con un alemán, y se despide en el restaurante dándome amablemente la mano; que elijo el gorro de lana en la Kaufhof junto con unos mexicanos a los que les gusta Europa, y comentamos sus mejores destinos; que voy a la fiesta de una andaluza cuyos amigos son de Murcia, Canadá, Madrid, California… La escritora ecuatoriana Elsye Suquilanda eligió esta «bolita de cristal» multicultural, junto con su pareja, el músico finlandés Joe le Bon, precisamente por la «libertad» que propaga. La peleada a fuego, tras el nazismo y los 28 años de Muro (Schandmauer). Por miles de artistas, escritores, cineastas, historiadores… La creatividad caracteriza a esta especie de Nueva York europeo, donde recientemente lograron detener, mediante referéndum, el proyecto de construcción de viviendas y tiendas de lujo en Tempelhofer Park, su parque fetiche, apodado «Freiheit» (Libertad). También el alcalde dimitió el pasado verano por no llegar a tiempo a los plazos de las obras del aeropuerto.

Cuesta aclimatarse al frío, pero la calidez de los encuentros humanos y el prometedor programa de la 65ª edición de la Berlinale consiguen que el plumífero y los calcetines gordos me integren en la ciudad. Al igual que por las calles berlinesas, en el Hyatt nos juntamos periodistas de todo el planeta, de modo que hay que andar cambiando las características del teclado de sus ordenadores constantemente: del alemán al español, del español al árabe, del árabe al japonés…

 

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Julia Rautemberg, nacida en 1989 con la caída del muro.

FOTO  ©  Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS

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Críticos en Berlín, pero solidez de la CDU en el país

Este año, más allá del glamour de Nicole Kidman, James Franco, Juliette Binoche o Cate Blanchett, hay una presencia muy variada de títulos alejados del mainstream. Esa fuerza de las poblaciones minoritarias, finalmente galardonada, coincide con mi interés por el feed-back a la política del Ejecutivo liderado por Angela Merkel, respecto de la cuestión griega y los ataques islamistas en París. En Berlín suelen ser bastante críticos con sus mandatarios, e incluso Frau Merkel lleva dos años parodiada en el céntrico Admiral Palast. «Los berlineses suelen jactarse de ser críticos», apunta el artista Víctor Landeta, que en 2014 estuvo pintando en trozos de Muro. Críticos, de izquierdas y ecologistas, coinciden las fuentes consultadas.

Con todo, la coalición de la CDU de Merkel y la SPD de los socialistas lleva años contando con un apoyo apenas variable del 70-80% de la población germana, indican periodistas que trabajan en Berlín. «Los alemanes lo que valoran es la eficacia», interpreta Lorenz Kienzle, uno de los fotógrafos más reconocidos de la capital. Lorenz destaca cómo Olaf Scholz ha revalidado hace días, con un 46%, su puesto al frente del ayuntamiento de Hamburgo, y que la prensa alemana titulaba «Angela Scholz», ya que «ambos tienen una forma fiable de hacer política (aunque no sea notable)».

En general, muchos berlineses -de nacimiento y los que se quedaron- cuentan a GEA PHOTOWORDS que la política de Angela Merkel es más conservadora que lo que ella «vende». Que «toma de otros programas políticos lo mejor, para sus campañas», pero que luego maniobra como conservadora. Muchos inmigrantes del Sur de Europa le tienen bastante manía, y precisamente resaltan que «le gusta mucho el poder». «No tiene nada malo querer el poder: es una mujer frente a sólo oponentes hombres. Es el único modo de mantener su posición», analiza Kienzle.

En este contexto, asisto a la tensión Berlín-Atenas. Junto con la controversia islamismo-islamofobia, los dos grandes «trending topics del momento», estima Julia Rautenberg, de VisitBerlin. En un momento de “estabilidad económica y política” en Alemania, según definen en la Embajada, la sombra de la Segunda Guerra Mundial ha vuelto a sobrevolar el país las últimas semanas, cuando Alexis Tsipras ha puesto de relieve una cuestión que ya se movió en las redes sociales del Estado español en 2014: ¿Por qué los alemanes no condonan la deuda a los países del Sur de Europa que a ellos les ayudaron al quedar Alemania devastada tras la segunda Gran Guerra?

Algunos alemanes, e inmigrantes que vinieron y se quedaron, omiten esa perspectiva histórica. «Es normal que aquí estén un poco cansados de estar ayudando a los países del Sur de Europa», considera Elisa, una ejecutiva catalana que se casó con un ingeniero alemán. “Muchos alemanes creen que en el Sur de Europa no se trabaja, es una creencia que ha extendido el actual gobierno”, apunta al respecto Elena, una periodista que lleva dos décadas en Berlín. «Las ayudas de la UE a Grecia están ideadas para que Grecia pague sus deudas a los bancos alemanes, franceses, etc. Porque si cayera en la bancarrota, ellos no volverían a ver su dinero. Así que la ayuda está pensada para mantener el flujo del dinero circulando, con los bancos sacando provecho de los intereses», analiza Lorenz Kienzle.

«Alemania no va a perdonar la deuda a Grecia», observa Scott, un economista de origen californiano. «Porque tiene que mantener la posición de país fuerte en Europa, y si baja la guardia con uno de los deudores, los otros países pueden quitarle terreno. Desde 2009 se viene hablando de que a Alemania le gustaría ser amable con los países con deudas, pero para mantener su posición de liderazgo necesita que todo el dinero sea devuelto». «El objetivo de nuestra política es que Grecia sea parte indeleble de la comunidad euro. Cuando asuma sus propias políticas de ahorro. De lo contrario, voy a esperar ahora que el gobierno griego presente conceptos”, declaró Angela Merkel en una entrevista con el Berliner Morgenpost.

 

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  Scott, economista californiano, ve muy clara la política del Gobierno alemán.

FOTO  © Cristina Martínez Sacristán

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Tensión Norte-Sur

Artistas como los vascos María Ptqk –que ha vivido durante años en Berlín- y Ramón Quanta desmitifican la imagen idílica de la capital alemana, llena de minijobs, trabajos a tiempo parcial mal pagados o que se dilatan en la jornada, por el mismo precio. “A casi todos nos han explotado en algún momento al llegar aquí”, cuenta Víctor Landeta. Precisamente una de las películas que ha sido premiada en la Berlinale, Victoria, plasma la realidad de una inmigrante madrileña que empieza a trabajar en un café berlinés, mientras aprende alemán, y le pagan 4 euros por hora. “Está bien que un alemán –Sebastian Schipper- muestre la realidad de lo que pasa aquí”, opina Sonia, una inspirada artista almeriense que, aunque vive en Friedrichshain, conoce de primera mano lo que es la inestabilidad laboral, y las horas intensivas, aun sabiendo alemán. «Está claro que esa película había que hacerla», entiende Carlos, un madrileño muy despierto que también trabaja con un minijob.

En Berlín me cuentan que algunos empresarios se han alarmado porque se va a fijar en 8,50 euros/hora el salario mínimo, ya que muchos italianos, españoles o rumanos han hecho trabajos por 3, 4, 5 y hasta 2 euros la hora. «Hay 6 millones de minijobs en Alemania», apunta la escritora Esther Andradi, citando datos de ver.di. Nacida en La Pampa, también vivió en Perú, pero está casada con un alemán y fue cronista del Berlín de antes, durante y después de la caída del Muro. Ahora reúne sus reportajes para prensa latinoamericana en el libro Mi Berlín. Andradi sonríe ante las reivindicaciones de Syriza, que aparecen en los periódicos alemanes: “Ningún país ha salido de la crisis con la austeridad. El dinero tiene que moverse, para que pueda ser gastado”.

Los periódicos alemanes han estado gastando tinta las últimas semanas, siguiendo los movimientos de Tsipras y de Merkel, como en un gran tablero de ajedrez. Los informativos televisivos se llenaron de banderas blancas y azules, y los corresponsales germanos se andan moviendo por Kiev, Berlín y Atenas. Y, si Ucrania y Grecia no fueran suficientes para animar la sosegada prensa alemana, tras el atentado a Charlie Hebdo, y el de Copenhague, se ha intensificado la controversia sobre el islamismo y la islamofobia.

Antes del atentado en la revista parisina, ya se venían sucediendo manifestaciones anti-islamistas en algunas ciudades alemanas, mientras otros grupos trataban de compensar esa mala imagen del islam, de forma acentuada en Dresde. ¿Como el fenómeno posterior al 11-S? “Es un problema complejo y difícil de sintetizar”, expresa Julia Rautenberg. Otras personas consultadas por este diario coinciden en este análisis, y apuntan que todos los lunes suele haber marchas al respecto. El Berliner Morgenpost abrió en domingo con la frase lapidaria de Frau Merkel: “El Islam pertenece a Alemania, pero el islamismo no”.

Según la propia Merkel, en Alemania viven aproximadamente cuatro millones de musulmanes. «Muchos de ellos practican su fe, el Islam. Hay enseñanza religiosa islámica, cátedras de teología islámica y la Conferencia Islámica. Por lo tanto, es una realidad que el Islam ahora también pertenece a Alemania. También está claro que la Constitución protege la operación de la fe, de todas las religiones, dentro del orden democrático. El islamismo y el extremismo no están entre ellos y deben abordarse con decisión».

 

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  Claudia y Julia, de VisitBerlin, charlan en el bar Billy Wilder´s a punto de comenzar la Berlinale.

FOTO  ©  Cristina Martínez Sacristán

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 Todo un mundo, color cereza, en Berlín

Ni la flamante Cinderella de Disney y Kenneth Branagh, ni la Queen of the desert de Nicole Kidman y James Franco, ni la travesía de Binoche y Coixet en Nobody wants the night. La 65ª edición de la Berlinale ha premiado a la iraní y realista Taxi, a la cámara que sigue impenitentemente a la inmigrante madrileña Victoria; las metafísicas y denunciantes El botón de nácar, de Patricio Guzmán, y El Club, de Pablo Larraín; el volcán guatemalteco de Jayro Bustamante, Ixcanul; la rumana Aferim! y la polaca Body. Historias humanas, cercanas y con poca parafernalia. Que, de forma interesante, llegaban al público por igual: en el gag, con la risa, y en el dolor, con la contención de la respiración…

Así, los 45 años de Charlotte Rampling y Tom Courtenay han muy sido galardonados. Historias íntimas y, lo dicho, humanas. Han estado presentes los documentales para Amnistía Internacional y para Acción contra el Hambre: en el primer caso, con el premio Panorama a Tell Spring Not to Come This Year, y en el segundo, con el corto El juego del escondite, rodado en Líbano por David Muñoz.

«Sexy pero pobre», los propios alemanes distinguen el estilo de Berlín del de otras ciudades. Es difícil, por ejemplo, usar el inglés en Leipzig o Eisenach. Zonas que pertenecieron al Este europeo y donde el sentimiento nacional es mucho mayor que en una metrópoli tan multirracial como Berlín. En cambio, Mohammed contrasta esta visión. Es un despierto camarero de la zona de Potsdamerplatz, nacido en Túnez pero que ha vivido en diferentes países, por lo que habla en varios idiomas. Piensa que si pasas dos semanas «como turista» en Berlín puedes hacerte entender en inglés, pero que de permanecer has de hablar en alemán, para poder ser aceptado. Así que, en su opinión, la multiculturalidad existe, pero sería un término relativo.

Sale el sol el día de mi partida. Los paseos por los otrora frondosos parques están llenos de ramas desnudas. Pero los pájaros y las palomas se siguen colando en las degustaciones e incluso en las estaciones de metro. En una ciudad amable para los animales, y donde los bebés no lloran. Al aterrizar en el aeropuerto español, ya comienzan los gritos…

 

Cristina Martínez Sacristán nació en Bilbao y es periodista. Vinculada desde los 90 al periódico Deia, ha trabajado en radio, en una productora audiovisual y para editoriales, en inglés y en castellano. Actualmente colabora con revistas especializadas, con radios y webs viajeras, culturales y de DD.HH. Estuvo con los primeros ‘indignados’ en Wall Street, realizó una investigación sobre La Maleta Mexicana y ha realizado reportajes de diferentes países y destinos. 

 

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