El PAÍS DE LOS ETERNOS BECARIOS

No tienen derechos laborales ni están presentes en las cifras del desempleo que afecta al 45,39% de los jóvenes españoles. Son invisibles. No hay registros de la cantidad de becarios que hay en España. Ya no llevan cafés ni hacen fotocopias sino que encubren puestos de trabajo y maquillan la precarización a la que está sometida toda una generación mediante un uso fraudulento de lo que debería ser una iniciación al mercado laboral. Enlazando beca tras beca hasta edades increíbles, éste es el país de los eternos becarios. Hoy se celebra el Día Nacional del Becario en algunos ámbitos académicos.

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Por Paula Vilella para GEA PHOTOWORDS

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“Violencia es cobrar 600 euros”. Esta frase de sangrantes letras en spray rojo grita desde una pared de la facultad de Periodismo de la Universidad Complutense de Madrid el sentir de un sector de la sociedad que apenas es escuchado. Marta López asistió a estas aulas, pero de eso hace ya casi tres años. Desde entonces no ha dejado de trabajar de periodista pero aun no ha firmado ningún contrato laboral. Habla dos idiomas, es doble licenciada con buen expediente y tiene un master, pero está condenada a trabajar por un sueldo de tres cifras y sin cotizar a la seguridad social.

A base de encadenar una beca tras otra, es la única manera que ha encontrado de poder dedicarse a lo suyo y ríe amargamente cuando recuerda que España se echaba las manos a la cabeza al hablar de la generación mileurista: “Ganar mil euros mensuales con un contrato de trabajo se ha convertido en una utopía”, asegura. “La crisis económica mundial es solo la coartada para precarizar a una generación preparada tanto académica como profesionalmente. Y nosotros, que lo aceptamos porque nos gusta nuestro trabajo y no queremos renunciar a él, dejamos de ser víctimas para convertirnos en cómplices de la explotación que padecemos”, dice Marta, que trabaja en un sector en el que no es  extraño trabajar totalmente gratis.

Otro de los ámbitos  que salen peor parados es el de la investigación académica. José García es portavoz a nivel estatal de la Federación de Jóvenes Investigadores Precarios, que desde 2006 lleva a cabo una campaña para denunciar el uso fraudulento de las becas que encubren puestos de trabajo. “Se trata de empleo sumergido y es un fraude laboral que se puede denunciar. Los mecanismos están y hacer uso de ellos es decisión propia”, cuenta José. Si bien la mayoría de las querellas llegan a buen puerto, todavía no hay muchos becarios que se decidan a emprender un proceso legal contra la empresa.

Los únicos e incompletos datos que existen sobre el fenómeno se extraen de un estudio de 2005 llevado a cabo por el  Ministerio de Trabajo sobre la situación de los becarios de la Administración Pública. En él se constataba que al menos 150.000 becarios se encontraban en situación dudosa, pero se estima que la cifra real es mucho mayor si se incluye la empresa privada y se proyecta un incremento debido a la crisis económica. Por ello, plantean que deberían incluirse en el recientemente anunciado plan para luchar contra el empleo sumergido que supone el 8% de la riqueza nacional.

El “trabajador” perfecto sin contrato


Con sueldos mínimos o inexistentes, jornadas extensas o incluso sin horarios, y con las mismas exigencias de trabajo y responsabilidad que los asalariados pero sin seguro médico ni derechos laborales. Tomás Muñoz, de la plataforma Juventud SIN Futuro, lo tiene claro: el becario es la figura perfecta para ahorrar costes y sacar adelante el trabajo.

“Se trata de un mecanismo para cubrir plantilla con trabajadores cualificados, motivados y sin derechos. El becario permanece porque conserva la esperanza de poder esperar un trabajo formal y remunerado en ese mismo puesto, pero se trata de empleos cubiertos constantemente por becarios que van cambiando cada cierto tiempo”, explica el portavoz de la organización que protesta contra la precariedad laboral que les impide tener “trabajo, casa y pensión”.

Desde la Federación de Jóvenes Investigadores Precarios, reclaman que el mejor capital humano tarda hasta cinco años en conseguir un contrato. “Se nos hace creer que para poder acceder al mercado laboral tenemos que pasar por esa especie de tuna, de iniciación dramática. En las páginas de búsqueda de empleo ofrecen becas y piden experiencia y competencias, ¿en qué se supone que van a formar a esas personas?”, se queja García.

Los olvidados del pacto social


Pero los becarios no solo no existen para las estadísticas. También son los grandes olvidados del llamado “pacto social” para la reforma de las pensiones y de la política laboral.

“Los becarios no tienen las garantías laborales de las que, aunque recortadas, aun disfrutan los trabajadores”, dice Muñoz, para quien la oferta de los sindicatos de que los becarios puedan cotizar al menos parte de su pasantía es sólo “una manera de legitimar esta figura mientras se le siguen negando el resto de sus derechos”.

Y es que el estereotipo de los ni-ni (ni estudian, ni trabajan) se ha transmutado en el sí-sí (sí estudian-sí trabajan). Según el estudio realizado por el Instituto de la Juventud (Injuve) titulado “Desmontando a ni-ni”, solo el 1% de la población juvenil de entre 16 y 29 años se corresponde con la definición.

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Paula Vilella es periodista y licenciada en Ciencias Políticas. Actualmente trabaja en el departamento de comunicación de Save The Children y esta preparando su tesina sobre la despolitización mediática de los conflictos armados del África subsahariana.

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