MENDICIDAD MAFIOSA

Pedir limosna no es gratis. El negocio de la mendicidad está controlado por las mafias rumanas que está aumentando su número en España. GEA PHOTOWORDS se infiltra entre los indigentes de Madrid, descubriendo como funcionan estas redes, que prestan dinero a sus compatriotas a un interés altísimo, haciendo negocio con los más necesitados. Los que no pagan sufren extorsiones, violencia y todo tipo de abusos. Hay auténticas batallas por conseguir un puesto en una esquina o a la salida de los grandes almacenes. La vida en la calle se endurece.

 IMG_7404

Reunión en Plaza España, Madrid, para distribuír las esquinas del centro en las que pedir limosna. 

Foto ©  Lucas de la Cal 

.

 Por Lucas de la Cal para GEA PHOTOWORDS

 

El destello del primer rayo de sol de la mañana entra por la “ventana” del cartón de Cristina. Es hora de levantarse. Deja su refugio en el campamento chabolista del “Gallinero”, donde la Comunidad de Madrid tiene a más de 80 familias de origen gitano-rumano. Coge el bus para poder llegar puntual a su esquina, donde se establece a las ocho y media al lado de la puerta del Vips de Goya. Mantas, cartones y un vaso del Starbucks con unos pocos céntimos para hacer ruido, son sus herramientas de trabajo.

El periodista, vestido con ropa vieja, vaso de plástico en mano y con un fingido acento italiano, se sienta a su lado. “¡No tienes permiso para pedir aquí. Este es mi lugar de trabajo, búscate otra esquina!”, le increpa Cristina, una joven rumana de 19 años, con mirada desconfiada tras la que se esconden unos preciosos ojos verdes. Pasan las horas, y la muchacha empieza a tomar confianza con el periodista al ver que no se marcha a pedir a otro lugar. El frío acecha, pero los cigarrillos de tabaco de liar y los dos cruasanes de crema que se toman para desayunar ayudan a entrar en calor. “Para estar aquí tienes que pedir permiso al jefe. Si no, vas a tener problemas y yo también por estar contigo”, le advierte riéndose la chica, mostrando el daño que el hachís ha hecho en sus dientes negros.

Cristina fue reclutada hace dos años en Tandarei, una localidad rural al sur de Rumania. “Un hombre le dijo a mi padre que me iba a encontrar un buen trabajo en España. Le pagó 80 euros y me vine en bus junto con otros paisanos. Cuando llegué,  me dieron a escoger la forma de mendigar: tirada en la calle o con muleta en los semáforos. He querido volver un par de veces a mi país, pero no me dejan porque dicen que les debo mucho dinero”, comenta la joven.

Es medio día y el hambre interrumpe la conversación. El periodista-mendigo y la muchacha, entran en el vips bajo la atenta mirada del guardia de seguridad. Compran dos sándwiches de cangrejo y una coca cola con los siete euros que han ganado por la mañana gracias a la caridad de unos pocos viandantes, sobre todo de mujeres mayores que salían del establecimiento cargadas de bolsas.

Unas horas después, un hombre rumano, vestido con americana, camisa blanca manchada y con la comisura de los labios amarillenta del puro de vainilla que se está fumando, se acerca acompañado de una mujer con vestido largo y pañuelo en la cabeza. Cristina se levanta sin mediar palabra y desaparece con la mujer, mientras que el hombre se queda mirando fijamente al periodista. “Oye amigo, aquí pedir dinero es un trabajo. Si quieres seguir, me tienes que pagar para que te proteja. Esta es mi zona y si saben que trabajas para mí nadie te hará daño”, dice el hombre con tono amenazante. “Vete mañana temprano a Plaza España y te dirán que tienes que hacer”, concluye.

.

ASÍ SE ORGANIZAN.

Alina y Catina duermen entre cartones y colchones rotos en el puente situado bajo la calle Bailén. A las siete de la mañana, comienzan, junto a decenas de indigentes rumanos, a aparecer en la Plaza de España madrileña. Se lavan la cara en la fuente y sacan de una alcantarilla varios carteles de cartón que guardan escondidos. En media hora un grupo formado por tres hombres y cinco mujeres se ha organizado en una esquina. Uno de ellos es el rumano del puro de vainilla, visiblemente el líder del grupo, que se acerca a las mujeres dándolas una bolsa con monedas a cada una. El periodista, caracterizado de nuevo de mendigo, intenta plasmar la foto del grupo con su móvil. Nervioso, el líder le increpa y le pide 20 euros para dejarse fotografiar. “Si no pagas no hay foto y si no te vas, vamos a ir a por ti”, amenaza el jefe ya desconfiado.

Después de una hora la pandilla se disuelve. Dos hombres se quedan en el semáforo de Plaza España  pidiendo dinero a cambio de limpiar cristales, mientras que las mujeres avanzan siguiendo al jefe de la banda por la Gran Vía.

 

IMG_7414  650 px

Puerta del Sol, Madrid.

Foto ©  Lucas de la Cal 

 

El grupo llega a la Puerta del Sol, allí les está esperando otro rumano. El jefe desaparece y deja a las mujeres con este nuevo individuo. Dice llamarse Andrei, y deja claro desde el primer momento al periodista que él es el que manda y que si quiere mendigar no le va a salir gratis. “Aquí yo soy el que elijo quien puede trabajar. Y tú no me gustas”, dice en un forzado español.

El reportero hace caso omiso a su advertencia y se sienta a pedir limosna en la puerta del Mc Donalds. Dos horas después y con 4,75 euros en el vaso, el periodista se vuelve a acercar al jefe rumano y le entrega el dinero que ha ganado en ese tiempo.

-Quiero ganar más dinero, ¿Cómo puedo lograrlo?

-Me tienes que pagar para estar aquí. Yo doy una ayuda, por ejemplo, 50 euros, pero en dos semanas me tienes que devolver 150. ¿Entiendes? Esto funciona así. Yo te puedo ayudar a ganar más de mil euros al mes y encima te doy mi protección para que no te pase nada.

Va pasando la mañana y el centro se llena de turistas a los que se dirigen los mendigos sin parar. Cada céntimo que recaudan lo guardan y siguen pidiendo. La Policía Municipal les observa pero ellos juegan al despiste, esquivándoles de una esquina a otra.

“No podemos hacer nada ante esta mafia. Sabemos que existe y conocemos a los jefes, pero no hay pruebas para demostrarlo y ellos siempre dicen que también están mendigando. Esto no hay quien lo pare. El mes pasado una chica de las que está pidiendo aquí se volvió para Rumanía y volvió la semana pasada con cuatro más”, cuenta al periodista un agente que confirma el incremento de estas mafias en la capital. “El problema es que no tenemos ninguna forma de controlarlos, no sabemos cuántos hay ni cuánto dinero mueven. El otro día cogí a unas de las chicas y en su mochila tenía una bolsa llena de monedas de un euro, más de 600 había” concluye el policía.

 

CONTROL MAFIOSO.

50.000 rumanos de etnia gitana malviven en España de la mendicidad. Un 90% de este negocio es controlado por las mafias. Prestan dinero a sus compatriotas y les reparten por las esquinas y semáforos de las grandes ciudades cobrándoles después un interés altísimo de lo que ganan pidiendo.

Una de las personas que sabe de primera mano cómo funcionan estas mafias es Miguel Fonda, presidente de la Federación de Asociaciones de Emigrantes Rumanos en España (Fedrom). “En toda Europa hay redes de delincuencia organizadas desde Rumanía que trafican con ciudadanos del este a los que tienen trabajando en condiciones de esclavitud. Casi todos los que están mendigando en las calles son extorsionados”, asegura.

A las ocho y media de la tarde todo el grupo de rumanos vuelve a reunirse en los jardines de Plaza de España. El jefe de los puros de vainilla se acerca mujer por mujer pidiéndoles todas las monedas que han recaudado. Pero parece que no es suficiente, y empieza a discutir a gritos con una de ellas, que acaba sacando de un bolsillo escondido de su chaqueta más calderilla para entregárselo.

Al día siguiente el destello del primer rayo de sol volverá a despertar a Cristina y retomará el dominio de su esquina. Andrei seguirá colocando a sus chicas rumanas por la Puerta del Sol bajo la mirada impasiva de la policía. Y el jefe malhumorado que fuma puros de vainilla seguirá dirigiendo el negocio de la mafia en la capital. Ya ni pedir limosna sale gratis.

 

 Lucas de la Cal Martín es colaborador de GEA PHOTOWORDS y del periódico El Mundo. Licenciado en Periodismo en la Universidad Complutense, es experto en reporterismo social y diplomado en Educación Sexual y Prevención de ITS (Infecciones de transmisión sexual). 

 

, , , , , , , , ,

No comments yet.

Deja una respuesta

Leave your opinion here. Please be nice. Your Email address will be kept private.