RIO DE JANEIRO – ES EL MOMENTO

A Río de Janeiro se le vienen encima tres acontecimientos de primera magnitud. La visita del Papa en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que se celebrará en julio del año que viene; el Mundial de Fútbol 2014, con epicentro en el estadio carioca de Maracaná; y los Juegos Olímpicos Rio 2016. Estos tres eventos, unidos a la resurrección imparable de la economía brasileña, han cambiado el mapa de la ciudad. Y son la excusa perfecta para elegirla como destino.

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 FOTO  ©  Sara Janini, miembro de GEA PHOTOWORDS

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Por Nacho Carretero, miembro de GEA PHOTOWORDS

 

Antes de entrar en el circuito clásico de la ciudad es necesario destacar el nuevo Río, ese que el visitante va a poder estrenar. Se trata de la Barra de Tijuca, una extensa franja de tierra situada al suroeste de la ciudad y que no fue urbanizada hasta los años 80. Alberga, además de una maravillosa y extensa playa, hoteles de nueva construcción (con precios mucho más asequibles que los de Ipanema o Copacabana) y lo que será la Villa Olímpica, con sus correspondientes centros comerciales y de ocio. Es un destino ideal para alojarse, moderno y cómodo, y menos trillado por los turistas.

 

Como todo barrio acomodado, Barra lleva adosada una favela. En este caso se trata de la cinematográfica Ciudad de Dios, pacificada por la policía de Río hace meses. Ipanema y Copacabana Las niñas bonitas de Río. Sólo su sonoro nombre evoca placer. En las dos playas más famosas de Brasil confluyen esculturales cuerpos con bossa nova al viento. Además de disfrutar de su arena, debemos zambullirnos en su microcosmos y recorrerlas hasta la extenuación. Con Leblon -el barrio que cierra Ipanema- como punto de partida, podemos pasear hasta Arpoador, parque que separa ambas playas y que cuenta con un atardecer de postal. Por el camino podremos ver el arte del ‘futvoley’ y la ‘roda altinha’ (no dejar caer la pelota); deberemos beber un coco en uno de sus innumerables puestos y disfrutar de la música al aire libre, casi siempre samba. El final del paseo es Leme, la parte última de Copacabana, una franja de arena más tranquila y con menos turistas, ideal para el baño. Río desde el cielo La ciudad está salpicada por morros, montañas cubiertas de selva que se yerguen entre los edificios.

 

Los barrios están separados entre sí por estas espectaculares espesuras selváticas, confiriendo a Río un perfil imponente. Algunos de estos morros ofrecen vistas inolvidables. En el barrio de Urca -precioso, tranquilo e ideal para comer pastelinhos (empanadillas) al aire libre mientras contemplamos la bahía de Botafogo- se erige el Pao de Açucar (Pan de Azúcar). Se sube en teleférico (17 euros) y las vistas son espectaculares. El otro mirador es el Cristo del Corcovado, al que se accede en tren (15 euros) desde el barrio de Laranjeiras. Una vez arriba podremos contemplar la ciudad como una maqueta en 360 grados. Existe otro morro fuera de las guías turísticas, pero cuya visita se antoja una experiencia inolvidable. Se trata de Dois Irmaos (Dos Hermanos), en el extremo oeste de Ipanema. La ascensión (trilha) se hace por libre y la excursión nos permitirá conocer la favela de Vidigal, al pie del morro, y punto de partida del recorrido. Vidigal está pacificada, de manera que es una ocasión única para conocer una favela. La ascensión es dura, pero queda compensada por unas vistas inimaginables: Río a tus pies –incluida la infinita favela de A Rocinha- mientras las nubes avanzan a tu alrededor.

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Hacia el norte se extiende la ciudad a través de barrios emblemáticos como Botafogo –con su mítica bahía donde descansan los barcos de recreo-, Flamengo o Catete. Obligatoria es la visita a Santa Teresa y Laranjeiras. El primero ofrece el mejor ocio nocturno de Río: barrio bohemio con decenas de locales con música en directo, restaurantes y calles repletas de cariocas disfrutando de caipirinha. Más al norte nos encontramos el otro Río, el centro, una mezcla de rascacielos y edificios coloniales; grandes avenidas y mercadillos ambulantes.

 

La otra cara de la ciudad carioca también resulta apasionante. A partir de ahí, dirección norte, la inmensidad de los suburbios, la realidad que no sale en las guías y en la que, el turista de a pie, se encontrará fuera de lugar. Jardín Botánico Creado en 1808 por la realeza portuguesa, el Jardín Botánico es un resumen de la inmensa selva que Río alberga en el centro de la ciudad. 40.000 plantas (con más de 6.000 especies distintas) componen este infinito jardín, remanso laberíntico de paz. Recorrerlo recarga las baterías desgastadas por el sol y el caos urbano, especialmente su avenida de las palmeras, una larga calle de palmeras imperiales, que contemplan al visitante con sus 30 metros de altura desde hace más de 150 años. Es un inmejorable punto y final para una ciudad que no admite pausa y que parece gritar actividad y vida las 24 horas. Lo cierto es que nos grita a nosotros. Es el momento de acudir a su llamada.

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