Seúl es una de las nuevas metrópolis asiáticas del siglo XXI. No es esta una de esas sociedades que se define en función de un cruce de tradición y modernidad; tal vez lo fue hasta hace pocas décadas. Sus reliquias se enumeran rápido: los escasísimos templos y palacios que escaparon de los japoneses, de la Guerra Civil y del progreso. Grandes avenidas, bullicio, rascacielos, modernidad, superabundancia. Sólo una parte de la ciudad tolera ser caminada. Seúl se pronuncia como alma en inglés, soul, a pesar de todo. Bruno Galindo y Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS, acaban de regresar de la ciudad y nos lo cuentan.
El Palacio Gyeongbok.
FOTO © Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS
Por Bruno Galindo para GEA PHOTOWORDS
La ciudad se erige en la provincia de Kyonggi, donde vive el 48.3 de los surcoreanos. En Seúl son 10.5 millones. Muchos se irán de aquí: las autoridades están buscando un lugar más cómodo al que llamar la capital. El lugar elegido es un gigantesco arrozal de 73 kilómetros cuadrados, a unos 130 kilómetros en dirección Sur, entre los ríos Guan y Miho. Allí se desplazarán, primero, los grandes ministerios y agencias gubernamentales, y también la residencia del presidente. Arquitectos, urbanistas y geógrafos trabajan en este momento en el trazado de la ciudad, que aún no tiene nombre.
Como sucede en otras superciudades de Asia Oriental, no hay mejor manera de orientarse que fijándose en los luminosos que dominan las alturas. Arriba suelen estar las grandes marcas de hardware. A veces también campos de golf o béisbol, instalados en las azoteas, envueltos en redes verdes, en los que los ejecutivos mitigan su estrés. Abajo, en las enormes calles y avenidas, están las marcas más conocidas de comida, ropa y entretenimiento: KFC, Nike, Dunkin’ Donuts, Starbucks, Burger King… No hay empresa multinacional en el mundo que haya rehusado el mercado surcoreano. Aquí la palabra “líder” es fundamental y omnipresente. Líder de ventas. Líder en el mercado. Líder en tecnología. Líder en Internet. Existe algo llamado “el sueño coreano”. Y Seúl lo representa.
Seúl es extrañamente limpia: no tiene pájaros. Seúl tiene plazas y avenidas manhattanianas. Los grandes edificios tienen sus foodcourts para que no haya que salir del entorno laboral para comer, y en las inmediaciones están los bares y cervecerías, germánicamente conocidas como Hof & Brau.
Otro elemento adorna el horizonte de Seúl: los millares de cruces de neón rojo que anuncian la presencia de iglesias protestantes por doquier. Las antenas parecen otro tipo de crucifijo, más posmoderno. A pesar del predominio del cemento, no ha arraigado la idea de una cultura graffiti en escritura hangul. Algunos barrios ultrailuminados, como Jongno, representan un Neojapón. Seúl, imperio de aire acondicionado. Gigantescos televisores buscando el cielo. La propaganda y la publicidad son aquí sinónimos. Sigue leyendo →