Ubicada a 1.800 metros de altitud, en las primeras estribaciones de la cordillera del Himalaya, Dharamsala fue hasta 1960 una tranquila estación de montaña rodeada de pinares y rododendros en la que se desarrollaba una vida apacible bajo las altas cumbres de nieves perpetuas. Un buen día apareció el Dalai Lama en su huída de la invasión china y todo en la ciudad cambió. Este relato de Gerardo Olivares recuerda su viaje durante la realización del documental `Tíbet, libertad en el exilio´.
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Main Square. Mc Leod Ganj.
FOTO © Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS
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El hogar del Dalai Lama
Por Gerardo Olivares, miembro de GEA PHOTOWORDS
La transformación que ha sufrido Dharamsala, especialmente en los últimos veinte años, ha sido brutal. Fue Nehru, el primer ministro de la independencia india, quién cedió al Dalai Lama McLeod Ganj, una antigua base militar británica para que pudiera establecerse después de su huída del Tíbet, en un peligroso viaje atravesando la cordillera del Himalaya a pie.
Llevaba seis meses intentando cerrar una entrevista con el Dalai Lama para mi documental “Tíbet, libertad en el exilio”. Una calurosa mañana de Julio recibí una carta con el membrete del “Gobierno Tibetano en el Exilio”; me informaba de que tenía cita con Su Santidad trece días más tarde en su residencia privada.
Seis días después viajaba a toda pastilla en un coche Ambassador conducido por un Sij que no paraba de hablarme de las bondades del Punjab girando continuamente su cabeza hacia mí, mientras afuera, los camiones se cruzaban a toda velocidad y a escasos centímetros de nosotros. Ya no sabía donde agarrarme y mi pierna izquierda no podía frenar más fuerte contra el suelo. La carretera que nos llevaba a Dharamsala atravesaba poblaciones y ambientes típicamente indios. Solo cuando nos estábamos acercando a la ciudad, comenzamos a adentrarnos en una atmósfera inequívocamente tibetana.
En Dharamsala residen miles de exiliados que han llegado buscando sus valores arrebatados y que componen una gran parte de la población de la ciudad. Ellos se han adaptado perfectamente a su nuevo hogar gracias a una altitud que atenúa las sofocantes temperaturas del llano. Suyos son la mayor parte de los numerosos hoteles, restaurantes, comercios y tiendas de antigüedades. Diferentes religiones y grupos étnicos conviven armónicamente en este reducido espacio donde el budismo es el eje de la existencia cotidiana. Sigue leyendo →