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EL SILENCIO DE LOS TRILLIZOS

Esta emotiva historia sobre los hermanos trillizos autistas sevillanos y la épica lucha de sus padres por hacerles la vida más fácil es la ganadora del II Premio Internacional de Fotografía Documental GEA PHOTOWORDS, fallado a finales del pasado mes de mayo en Barcelona. El jurado de nuestra organización eligió al ganador entre los 20 finalistas de `REVELA, Premio Internacional de Fotografía a los Titulares de los Derechos Sociales´, cuya convocatoria busca dotar económicamente proyectos de intervención social seleccionados a partir de reportajes fotográficos. El proyecto titulado `Tres Tres Tres´, fue realizado por el fotógrafo José Antonio de Lamadrid, para la Fundación Autismo Sevilla, una asociación de padres que tiene por objeto promover la calidad de vida de las víctimas del autismo, un complejo desorden neurológico que afecta alrededor de 1 de cada 166 niños en el mundo.

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 Alejandro, Álvaro y Jaime duermen en la cama de sus padres.

 FOTO ©  José Antonio de la Madrid

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Por Francisco Correal para GEA PHOTOWORDS

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He vuelto a la casa de Jaime y Noelia cinco años después. Sus tres hijos ya son mayores de edad. Su puesta de largo es una celebración muy especial. Jaime, Alejandro y Álvaro cumplieron el 9 de diciembre de 2012 los 18 años que tenía Noelia Aguilar, su madre, cuando se casó en la Macarena con Jaime Morillo, el pescadero de Alcosa.

Escribo estas líneas la víspera del día del Trabajo y veo en Jaime un paradigma de todo eso: el padre de estos tres mosqueteros es el pequeño de los trece hijos de un exportador de pescado que se fue a Alemania. Nació en Nuremberg, ciudad de tantas resonancias históricas a la que nunca volvió. Regresó a España muy niño, tuvo una infancia gaditana y en Sevilla, en la pista de patinaje del Roll Dancing, lugar de la movida que se encontraba en la calle Calatrava, conoció a Noelia, apenas una chiquilla de quince años a la que sus padres le pusieron ese nombre por la canción de Nino Bravo.

Jaime y Noelia se casaron el 27 de agosto de 1989 en la basílica de la Macarena. Un mes antes de la caída del Muro de Berlín. Su vida ha sido una continua carrera de derribar muros: físicos, mentales, burocráticos. Los temibles muros de la inercia, la rutina y el prejuicio. Nos casamos el mismo año, sus hijos vinieron al mundo el mismo año, 1994, en que lo hizo mi hija Carmen. Y Jaime, el padre, comparte conmigo la condición de madridista. Una metáfora que aprovecha Noelia para decir que “somos un equipo”.

Ella dejó en quinto curso, a punto de terminarlos, los estudios de Educación Infantil. Sus tres hijos le darían un doctorado honoris causa. Como todos los padres, soñaban con tener un niño. En la primera ecografía les dijeron que venían dos, porque Álvaro y Jaime compartían la misma bolsa, y al final tuvieron tres. Nacieron con muy poco peso y permanecieron más de un mes en la incubadora. Alejandro, el tercer hombre, salió del hospital el mismo día que Jaime. Álvaro es un superviviente nato: tuvo que permanecer treinta días en la UCI porque sufrió dos paradas cardiorrespiratorias.

Jaime y Noelia eran jóvenes y les esperaba un brillante porvenir. El pescadero le inculcó la pasión por viajar y se aficionaron como moteros a las excursiones de fin de semana a las playas. Cinco años después de mi primera visita, Jaime y Noelia habían vendido la pescadería familiar en la que el primero llevaba prácticamente toda su vida. Su trabajo son ahora sus hijos. El padre es el cuidador y el preparador físico, el que les da juegos y les hace cosquillas; la madre, la psicóloga. Sigue leyendo →