La llama de la verdad es una de las últimas campañas internacionales que ponen el grito en el cielo por la causa tibetana. El próximo martes día 6 llega a Barcelona después de recorrer medio mundo. Su mensaje: divulgar la situación de los tibetanos en el Tíbet y recoger firmas para solicitar una mediación internacional que ayude a resolver el conflicto chino-tibetano.
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Postraciones ante al Potala, antigua residencia del Dalai Lama en Lhasa.
FOTO © Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS
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Redacción GEA PHOTOWORDS
En 1959, terminada la guerra civil en China, el victorioso ejército de Mao, China ocupó militarmente la región del Tíbet. La nombró Región Autónoma de Tíbet y desde entonces, con el Dalai Lama como punta de lanza, la causa tibetana lucha por recuperar su autonomía con medios pacíficos. Con una enorme población en el exilio –incluido el propio Dalai Lama- los tibetanos llevan años lanzando un SOS al mundo: China está acabando con su cultura e identidad. Desde Pekín se habla de liberación: el gobierno chino asegura que el Tíbet es una parte inseparable de su imperio y sostiene que ha llevado el progreso y la modernidad a la región.
Desde la ocupación la causa tibetana ha ocupado miles de páginas de periódicos, horas de informativos e interminables actos, propuestas y campañas. Pese a ganar una enorme visibilidad poco o nada ha logrado el pueblo tibetano a favor de su independencia. Algunos culpan a la política de no violencia adoptada por el Dalai Lama, quien ve la resistencia violenta como una solución a corto plazo y con negativas consecuencias. Otros culpan a las potencias internacionales y a la ONU, ciega y muda ante la represión china. Desde la ocupación, las cifras hablan de entre 700.000 y un millón y medio de tibetanos muertos como consecuencia directa de la represión de Pekín. Esto es, para muchos juristas y organizaciones humanitarias, un genocidio. Pese a las sanciones no vinculantes de la Asamblea General de Naciones Unidas, China no ha levantado ni un ápice la bota de hierro que ha causado estas muertes.
Desde 2010 los tibetanos han encontrado una forma de protestar que podría calificarse de brutal: quemarse a lo bonzo. Más de cincuenta tibetanos se ha inmolado como forma de protesta en los últimos dos años, dos de ellos en pleno corazón de Lhasa, la capital del Tíbet. La situación vive una tensión casi inédita en los últimos años.
Por ello, campañas y protestas han recobrado impulso y fuerza. Se trata de evitar el sufrimiento de un pueblo que se revela ante una ocupación que consideran injusta, abusiva y hasta asesina. Dentro de este contexto, la campaña internacional «La Llama de la Verdad» llega a su tramo final, tras recorrer más de 15 mil kilómetros, 29 ciudades, 24 países y hacer más de 150 horas en carretera.
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